lunes, 25 de julio de 2011

Quimeras invisibles



Me difumino... me voy haciendo invisible a cada instante que no me da el sol. La luz artificial me molesta a la vista y me quema la piel. No se donde voy a llegar... parece que no vaya a parar nunca. Sucede porque así lo desea alguien cuyo rostro desconozco pero sus ideas me son familiares. ¿Porque las canciones de Grouper no se trasladan a la vida?

Esta mañana me he levantado de nuevo encima de mi obelisco. Al ponerme de pie me he dado un coscorrón con las nubes. Siempre las había visto tan blandas que no he tomado precauciones y me he hecho daño. Todavía soy un niño, me han salido pelos en el cuerpo pero sigo creyendo en los cuentos que mi padre me contaba cada noche al borde de la cama; donde siempre ganaban los buenos y los malos siempre perdían, donde después de la desgracia venia la dicha. Sigo creyendo en los cuentos que me explican sobre personas que avanzan hacia delante sin desfallecer, sin dudar un segundo, que consiguen lo que se proponen y obtienen el éxito por su esfuerzo. Todos quieren ser como ellos, yo no soy menos. Algunas estatuas de acero que representan quimeras me hablan e insisten en que esos cuentos son engaños para amansarme. A lo que yo les pregunto que si esos cuentos no existen que queda? Ellas me contestan que la libertad absoluta, el riesgo, la emoción... Todas esas palabras me aturden, me atraen y me dan miedo. Temo no poder controlar esa libertad. Las quimeras no cesan de hablarme y de reprocharme mi cobardía ante las posibilidades que me ofrecen. Ya lograré acallarlas y seguir adormilado.

El sol se desplazaba como el péndulo de un reloj. Últimamente no ha sido habitual verlo de este modo, solamente se movía en horizontal. Los tiempos cambian. No vislumbraba el suelo desde la altura de mi obelisco, solo observaba atentamente un hombre guapo, con la camisa desabrochada hasta la altura del pecho, que sostenía en su mano izquierda un sombrero de copa, subido a un púlpito aleccionando a un grupo muy numeroso de personas reunidas a sus pies. Aparentaba siglos de experiencia actuando de esa manera, su discurso era coherente y sin fisuras. Los espectadores asistían en masa admirados por sus encantos. Nadie parecía oler el aliento fétido que desprendía su boca. A estas alturas resulta inútil alzar la voz para avisar sobre el posible peligro. Resulta frustrante observar los acontecimientos, conocer el siguiente movimiento, saber el final y por mas que grites que nadie te escuche. Me imbuyen unas terribles ganas de ser permanente, de asentarme sobre un pavimento firme, dejar de ser etéreo, que mis pisadas se marquen como si el suelo estuviera cubierto de cemento. Me hastia el mundo de las ideas. No quiero perder la sensibilidad que una vez tuve.

Aquí sigo ajeno a todo, levantandome, caminando arriba y abajo hasta que encuentre a alguien invisible como yo.


2 comentarios:

  1. Quedas bendecido querido peregrino mio :)

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  2. Etéreo y cósmico para siempre. Que las únicas suelas que toquen la realidad sean zapatos que desechemos.

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