viernes, 28 de octubre de 2011

Flash



Ayer llovió .Hoy ha llovido. Mañana lloverá. A ella ya no le importa el clima, consiguió adaptarse poco a poco como ha hecho con tantas otras cosas que en principio rechazaba, un ejemplo; su trabajo. Pura monotonía mental.Cuando se distrae, observa, a resguardo detrás de su mesa en la oficina, como el agua barre las calles, los escasos transeúntes,bajo sus paraguas, se precipitan apresuradamente hacia sus destinos , los coches pitan sin motivo alguno, el bar se llena, a través de las ventanas de los pisos se pueden ver algunos comedores iluminados por el televisor... La calle transmite la melancolía de los domingos.

Llegó el instante del cigarro. Se levanta de su silla con cierta rigideza en sus miembros, agarra la chaqueta, se ajusta el cinturón que se ciñe a los pantalones negros, se peina con la mano y por último mira con recelo al compañero de su lado con un solo ojo, como lo hacen los gatos antes de alargar su pata para alcanzar algún objeto que cae cerca de ellos. Se desplaza por el pasillo como un robot, sin alma, controlando hasta el mínimo gesto de su rostro. Ya fuera, destensa los músculos y ansiosa saca un cigarrillo del paquete. Inhala el humo con  deseo; es el primero de la después de comer. La tarde se presenta tediosa, sin ningún aliciente que le permita soñar. La lluvia sigue, incesante, acechando a todo aquel que camina por la calle. Los altos edificios se han oscurecido combinando con el gris del cielo. Los niños empiezan a salir de la escuela y corretean por delante suyo saltando de charco en charco. Las madres les gritan desde la distancia para que estén quietos pero ellos optan por la diversión y no les hacen caso. Ella los mira con indiferencia y piensa, "que disfruten mientras puedan... pobres".  Parece que en un rescoldo de su interior aun conserva cierta inocencia al enfadarse consigo misma por ese pensamiento.Han pasado los minutos que tenia para el cigarro. Lanza la colilla al suelo y vuelve  a entrar en la jaula con todas las bestias allí reunidas en pro del progreso de la civilización y la humanidad. Ya en su sitio busca el móvil por encima de la mesa para ver si ha recibido algún mensaje nuevo. Con precaución lo acerca al borde de la mesa y  lo deja caer entre sus piernas mientras vigila que nadie importante la vea. Se conecta a facebook para comentar lo agobiada que está en el trabajo al no saber si continuará o no y teclea algo en el ordenador para disimular. Se alegra con los comentarios en sus otros estados, similares al último, que la animan a continuar y a no desfallecer con el trabajo que desarrolla. El narrador se sorprende al contemplar como personas anónimas puedan saber más sobre el trabajo de la protagonista que el mismo autor. ¿Tal vez escriben sin saber? ¿Por compromiso? Eso ya son valoraciones que cada uno debe tomar libremente. ¡Ya puede soñar! Sus compañeros han preparado algo para este fin de semana.Viéndola a a una distancia prudencial nos percataríamos que se comporta como cuando eramos adolescentes que nos pasábamos pequeñas notas con los que creíamos nuestros amigos más sinceros y duraderos riéndonos de alguna tontería o quejándonos por lo aburrido que era el profesor.

Lo que siempre había esperado. Otro día que se marcha sin aportar nada. Entra en el piso y sin encender las luces va directa a estirarse en el sofá. A punto de dormirse recuerda que ha de cenar. Saca de la nevera una tortilla de patatas ya hecha y la pone en el microondas. Entretanto consulta otra vez su perfil esperando encontrar otra novedad. Lo mismo de siempre, comentarios ingeniosos seguidos de otros que no dicen nada. Uno le sobresalta, "¡Para ya! No me interesa". De inmediato le contesta con un, "¡Resentido!" Y lo borra de su selecto grupo de 362 amigos. El microondas avisa con su campanilla de que ya ha acabado. Coge el plato todavía caliente, enciende la televisión y se sienta a cenar en el sofá. Dan las noticias, las mismas de cada noche. Qué si hoy ha llovido intensamente, que si mañana volverá a llover con menos intensidad y demás entremeses y cacahuetadas. Durante los minutos de la publicidad decide salir al balcón a refrescarse. Siente una pesadumbre en su cuerpo, algo le ronda la cabeza, una sensación de impotencia, la percepción de que se está perdiendo lo realmente importante. La tormenta arrecia. Cierra los ojos, bien apretados, y empieza a ver minúsculas luces blancas sobre un fondo negro que chisporrotean alegremente moviéndose de aquí para allá sin ningún orden. Abre los ojos y un rayo atraviesa el cielo iluminando fugazmente las azoteas llenas de antenas y vacías de ropa hasta que alcanza una pequeña casa de madera situada en la esquina inferior de la calle.El fuego se resiste a apagarse a pesar de la lluvia incesante que cae sobre la casa. En pocos minutos llegan los bomberos y consiguen controlar las llamas y extinguirlas. Solo se conservan las cenizas hasta que las retiren para construir un nuevo edificio. El aire vuelve a ser limpio, respira y se llena los pulmones y vuelve al comedor. Se transforma. Se mueve. Descuelga el teléfono y llama.  

domingo, 2 de octubre de 2011

El piñón sin nombre



La multitud danza alrededor del pino que se quema justo en medio de la plaza. Profieren gritos de júbilo al chocar la manos con sus muslos, sus cuerpos se contornean con el crepitar de la corteza y las piñas que poco a poco se unen al fuego. Usan un mantra: quiero. Desde los escalones al cabo de unos minutos se escucha hiero. Hombres y mujeres con sus hijos esperan que alguno de los danzantes se agoten y puedan entrar ellos. Los mas atrevidos se lanzan, sin reparos, a abrazar al árbol. Al fin lo conseguí, parecen decir sus rostros melancólicos mientras desaparecen entre las llamas. Otros mas seguros se acercan al fuego con parsimonia  para encenderse un cigarrillo a la espera de su momento. El fuego va tomando unos colores mas vivos. Tonos rojizos y anaranjados se fusionan creando chispas que saltan hacia las cabezas de las personas que rodeaban el árbol. Con cada cuerpo el fuego crecía en envergadura y fuerza. Su calor abrasaba ya toda la plaza. Una mujer  en bata y con el carro de la compra entra por una calle lateral y sorprendida comienza a gritar desesperada, FUEGO! LLAMAR A LOS BOMBEROS! La reacción de todos es de estupor e indignación. No pueden creer que esa mujer quiera destruir su obra.Que pretenda apagar sin mas sus esperanzas. La ira se apodera de todos  y provoca que una vorágine de hombres y mujeres de todas las edades se abalancen sobre ella. El baile continua. El cuerpo moribundo de la mujer se desplaza sobre las cabezas de la gente, como la estrella de rock lo hace cuando se lanza sobre sus fans en un concierto, hasta que su pelo empieza arder por la proximidad del fuego. En ese momento la lanzan a la pila para que prenda junto a los demás e intensifique el fuego. Ya solo quedan libres del fuego las ramas mas altas del pino. No por mucho tiempo piensan los presentes. No les falta razón, sin mucha dilación todo el pino es engullido por las llamas. Las últimas piñas caen dentro del abismo bermellón. Un piñón sale disparado y cae bajo una farola, que no da luz, próxima a los escalones. Siento curiosidad por ese piñón solitario. Me levanto, al bajar las escaleras el viento sofocante arremete contra mi y me hace tambalearme. Con cuidado consigo acercarme a la farola y coger el piñón. Vuelvo a mi posición en las escaleras y lo observo.Se me escurre entre las manos. Es minúsculo aunque su apariencia es muy resistente. No consigo ver ninguna grieta en su superficie. Está cubierto por una capa de ceniza que me embadurna los dedos de negro. Es gracioso que algo tan insignificante allá conseguido salir indemne frente al fuego, tan crecido él. Lo miro por última vez y lo guardo en el bolsillo del pantalón tejano. La hoguera ruge.

Miro el reloj. Otra vez llego tarde. Esta vez bajo sin cuidado y tuerzo por la calle de la izquierda en dirección al bar donde siempre quedamos. Entro algo cansado y me siento en una de las mesas mas alejadas. Todavía no ha llegado. Una de las camareras se acerca a la mesa. Me saluda y me pregunta:

-¿Qué será hoy?¿Lo mismo de siempre?

- No, hoy es un día especial. Hazme el cóctel que tu quieras- le digo mientras saco de la mochila el libro de Chinaski que estoy leyendo.

A mi lado una pareja charlan sobre el fuego de la plaza. Habla él:

- Esos locos de la plaza no se que deben pensar que hacen. Dan pena bailando alrededor del fuego como si fueran unos prehistóricos. Nadie les dice nada con ellos, como si fuera algo normal su actitud. Menuda pandilla de...- ella le interrumpe diciendo:

- Me han dicho que acaban de tirar a una mujer al fuego porque les ha gritado. Es increíble lo chalados que llegan a estar. Que los echen de allí que solo molestan al personal.

Desconecto. La típica conversación. Me aburren esas conversaciones donde gente que no mueve un dedo critica las personas activas. Sigo esperando y pienso en lo difícil que es intentar comprender antes de juzgar. Se oye la puerta... parece que ya llegó.