domingo, 2 de octubre de 2011

El piñón sin nombre



La multitud danza alrededor del pino que se quema justo en medio de la plaza. Profieren gritos de júbilo al chocar la manos con sus muslos, sus cuerpos se contornean con el crepitar de la corteza y las piñas que poco a poco se unen al fuego. Usan un mantra: quiero. Desde los escalones al cabo de unos minutos se escucha hiero. Hombres y mujeres con sus hijos esperan que alguno de los danzantes se agoten y puedan entrar ellos. Los mas atrevidos se lanzan, sin reparos, a abrazar al árbol. Al fin lo conseguí, parecen decir sus rostros melancólicos mientras desaparecen entre las llamas. Otros mas seguros se acercan al fuego con parsimonia  para encenderse un cigarrillo a la espera de su momento. El fuego va tomando unos colores mas vivos. Tonos rojizos y anaranjados se fusionan creando chispas que saltan hacia las cabezas de las personas que rodeaban el árbol. Con cada cuerpo el fuego crecía en envergadura y fuerza. Su calor abrasaba ya toda la plaza. Una mujer  en bata y con el carro de la compra entra por una calle lateral y sorprendida comienza a gritar desesperada, FUEGO! LLAMAR A LOS BOMBEROS! La reacción de todos es de estupor e indignación. No pueden creer que esa mujer quiera destruir su obra.Que pretenda apagar sin mas sus esperanzas. La ira se apodera de todos  y provoca que una vorágine de hombres y mujeres de todas las edades se abalancen sobre ella. El baile continua. El cuerpo moribundo de la mujer se desplaza sobre las cabezas de la gente, como la estrella de rock lo hace cuando se lanza sobre sus fans en un concierto, hasta que su pelo empieza arder por la proximidad del fuego. En ese momento la lanzan a la pila para que prenda junto a los demás e intensifique el fuego. Ya solo quedan libres del fuego las ramas mas altas del pino. No por mucho tiempo piensan los presentes. No les falta razón, sin mucha dilación todo el pino es engullido por las llamas. Las últimas piñas caen dentro del abismo bermellón. Un piñón sale disparado y cae bajo una farola, que no da luz, próxima a los escalones. Siento curiosidad por ese piñón solitario. Me levanto, al bajar las escaleras el viento sofocante arremete contra mi y me hace tambalearme. Con cuidado consigo acercarme a la farola y coger el piñón. Vuelvo a mi posición en las escaleras y lo observo.Se me escurre entre las manos. Es minúsculo aunque su apariencia es muy resistente. No consigo ver ninguna grieta en su superficie. Está cubierto por una capa de ceniza que me embadurna los dedos de negro. Es gracioso que algo tan insignificante allá conseguido salir indemne frente al fuego, tan crecido él. Lo miro por última vez y lo guardo en el bolsillo del pantalón tejano. La hoguera ruge.

Miro el reloj. Otra vez llego tarde. Esta vez bajo sin cuidado y tuerzo por la calle de la izquierda en dirección al bar donde siempre quedamos. Entro algo cansado y me siento en una de las mesas mas alejadas. Todavía no ha llegado. Una de las camareras se acerca a la mesa. Me saluda y me pregunta:

-¿Qué será hoy?¿Lo mismo de siempre?

- No, hoy es un día especial. Hazme el cóctel que tu quieras- le digo mientras saco de la mochila el libro de Chinaski que estoy leyendo.

A mi lado una pareja charlan sobre el fuego de la plaza. Habla él:

- Esos locos de la plaza no se que deben pensar que hacen. Dan pena bailando alrededor del fuego como si fueran unos prehistóricos. Nadie les dice nada con ellos, como si fuera algo normal su actitud. Menuda pandilla de...- ella le interrumpe diciendo:

- Me han dicho que acaban de tirar a una mujer al fuego porque les ha gritado. Es increíble lo chalados que llegan a estar. Que los echen de allí que solo molestan al personal.

Desconecto. La típica conversación. Me aburren esas conversaciones donde gente que no mueve un dedo critica las personas activas. Sigo esperando y pienso en lo difícil que es intentar comprender antes de juzgar. Se oye la puerta... parece que ya llegó.

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