lunes, 28 de octubre de 2013

LOMM



Desperté con un hueco en el pecho, el vacío por la perdida de alguien esencial; Eva no se hallaba a mi lado, arropada por mis brazos. Me desperecé y me di una ducha bien fría. En cuanto acabé, me sequé y me vestí con la ropa que llevaba puesta la noche anterior. Estaba sucia pero era preferible a ponerse unos legings o unos pantalones de pitillo, de Eva, que aprietan tanto que se te secan las pelotas.

Entré en la cocina para prepararme café y algo para desayunar. Escudriñando en los armarios logré encontrar lo que parecían unas palmeras. Me contenté con ellas. Mientras la cafetera preparaba el café le rellené, a Koshka que ronroneaba y se restregaba ligeramente con la cabeza en mis tobillos, con pienso el bol de la comida. Dejé que comiera tranquilo y salí al balcón. De la calle llegaron los ecos lejanos de una conversación:

- Dios como me ponen las nórdicas...

- O legalizan la prostitución y que paguen IVA o esto no se levanta... Me refiero al país, no a mí nabo.

- ¡Cállate la boca Sandokán, que te huele el aliento a chocho sudao!

Y otras dos vidas desaparecieron calle abajo. El día era desapacible; la nubes grises trasladaban hacia el mar la contaminación que flotaba en el ambiente de la ciudad y el sol apenas penetraba a través de ellas. De uno de los pisos superiores cayo una lata de cerveza que fue a parar a la maya de alambre que había colocado el ayuntamiento para evitar los desprendimientos de la fachada y, que, con el tiempo, y el civismo de los vecinos se había convertido en el vertedero particular de la comunidad. Periódicamente unos operarios del ayuntamiento se encargaban de quitar la maya para recoger la basura y colocarla, de nuevo, limpia. Previniendo que el capullo del vecino iba a tender la ropa sin preocuparle que pudiera haber debajo entré en el comedor y me estiré en el sofá; con una inquietud apoderándose de mi, lentamente.

El mando del televisor se me clavaba en la raja del culo y me incomodaba. Me moví bruscamente hasta que cayó al suelo y alargando el brazo conseguí pulsar el botón de un canal, que resultó ser el de noticias 24 horas. Tras tal esfuerzo titánico cerré los ojos e intenté dormir con la esperanza de que al despertar Eva hubiera vuelto. En el proceso de coger el sueño intercalaba las noticias sobre el último lanzamiento de la hamburguesa tortillera de una conocida marca de la cual procuraban remarcar su nombre o las reclamaciones de una asociación de daltónicos para que se eliminara el rojo y el verde de las ciudades; con momentos de revelación donde descubría que una parte de la fascinación que sentía por Eva venía dada por la libertad que ostentaba en sus actos; cuando pensaba que al fin la había alcanzado ella se empeñaba en demostrarme con su ausencia lo alejados y unidos que estábamos. Me dormí con la voz aflautada y monótona del presentador.

El estrépito de una puerta cerrándose seguido del ruido de unas llaves cayendo al suelo me desveló. "¿Sería Eva? No, ella solía ser más discreta al entrar al piso", pensé. Era su compañero de piso,"mariquita mala" confesa, que en cuanto me vio dijo:

- ¡Carlos! -se echó las manos a la cabeza- ¿qué te has hecho en la cara? ¿Y esos pelos que me llevas? Deja que vaya a buscar a mi cuarto el maquillaje y te pondré listo como si fueras a salir de fiesta.

Lo que faltaba. El día que quería estar con Eva o, en su defecto; sólo, tenía que aparecer el plumón de Edu. No le contesté, no obstante, él no escuchaba a nadie. Hablaba en voz alta desde su habitación; gustándose.

- ¿Donde lo habré puesto?.. ¡Aquí está! Carlos prepárate que saldrás como un hombre nuevo. Incluso yo me enamoraré de ti.

Para él no había otra vida que la que estaba viviendo, no había descubierto otras opciones, ni dilemas de embergadura había obstaculizado su camino; un superficial sin opción a réplica. En otras circunstancias lo hubiera enviado a la mierda pero supe contenerme y me limité a contestarle educadamente:

- No hace falta que lo traigas.

- Venga que te quedará bien -insistió.

- No.

- Hijo, que soso eres.

De la habitación pasó a la cocina a prepararse un baso de leche. Todo lo que hacia me lo narraba, incluso las cucharadas de azúcar que añadía a la leche. Debía pensar que estaba en medio de un experimento científico. Cuando terminó el procesó de elaboración de su obra cumbre regresó al comedor.

- ¿Y que me cuentas? -me preguntó y dio un sorbo al vaso de leche.- ¿Al fin te has hecho a Eva?

- ¿Como lo sabes? -bromeé.

- Soy muy femenina. ¿No lo habías notado?

- Sí, esa barba te delata.

-Va, no te desvíes del tema. ¿Verdad que estás con ella? -insistió.

-¿La verdad? No lo sé. En ningún momento nos hemos sentado a hablar sobre que es lo que somos o queremos ser. Me inquieta la incertidumbre de no conocer cual será su respuesta si le propongo salir; es tan volátil. Hay mañanas que es la personificación de la ilusión y el optimismo pero esa misma tarde hablas con ella y su carácter se ha vuelto sombrío e irritable. Tal vez deba esperar a consolidar lo que sea que tenemos.

- Ya, ya...

Edu dio la respuesta tipo cuando no se ha comprendido o empatizado lo suficiente con el interlocutor. Poco me importaba, necesitaba hablar con alguien urgentemente aunque no entendiera una mierda.

- Me gusta... la quiero; es innegable... pero -titubeé- ¿que busco en ella?, ¿amor?, ¿ofrecerme como sacrificio para su redención?, ¿beber una gota del bálsamo de Fierabrás? ¿un cortafuegos que me aisle de mis miedos?, ¿la nostalgia de una verdadera vida?.. Demasiadas preguntas en una cabeza cansada de razonar ¡Basta! Si ahora estuviera aquí... todo sería diferente. En cambio me encuentro solo sentado en el sofá hablando con, practicamente, un desconocido. Ando en círculos... estoy harto de todo. Vivimos alienados en nuestras miserables casas aspirando a conocer a alguien que nos haga más soportable la humedad del pozo.

- Si decoras el pozo con gracia llega a ser acogedor. En una nave abandonada vi una pintada que te pega bastante:  "Hell is the other people" -dijo mientras miraba la hora en el reloj-. Que tarde es, he de irme que he quedado en el Bacon Bear con mi osito.

Su osito era un 30 añero alopécico, con una pronunciada barriga y mucho pelo emergiendo por las aperturas de su ropa. Solía comentar que la tenía pequeña pero juguetona y que cada vez que quedaban el osito le obsequiaba con algún regalo.

- Una pregunta -dijo, Edu, levantándose de la silla- ¿Como descifras a las personas?

- Para conocer a las personas sólo hace falta leer las puertas y paredes de los baños de los bares y las universidades

- ¿Y como soy yo?

- ¿Eres cínico?

- Probablemente.

- ¿Eres feliz siendo cínico?

- Sí

- ¡Entonces no eres un cínico porque los cínicos no son felices! -sentencié.

- Suenas como un nihilista -replicó.

- ¡Pues me cago en los nihilistas también!

- Chao -se despidió Edu.

- Adiós.

Un resquicio en la autoestima me empujó ante el espejo del baño. Cara a cara con el anonimato que miraba, suspicaz, desde fuera, reclamando respuestas a sus preguntas:¿ese soy yo?,¿quién soy yo? Realidades abstractas que se presentan las tardes de domingos lluviosos, mientras aguardas, una señal procedente del pasillo, sacándote espinillas de la nariz para que tu maltrecho físico cree una mejor impresión. Era la confirmación de la ruptura entre el yo, que se reconocía autónomo, y un cuerpo que solía ceder ante las argucias de la belleza. No cabía otra, debía encauzarlos hacia un mismo fin que los fundiera en uno, y, a la vez, los dividiera en una infinidad de calidoscopios de colores.

Las uñas se clavaban en la nariz roja presionando los puntos negros que, tras una breve resistencia, salpicaban el espejo. Cuando terminé arranqué un trozo de papel de váter y me dediqué a limpiar el espejo procurando no dejar rastro. El Yo lo contemplaba con una mirada fría y distante, desaprobando mis acciones. La soledad puede llegar a ser abrumadora; más aun con los graves de una bachata llegando desde el piso de arriba. Corrí al comedor, cerré las cortinas y volví a estirarme en el sofá intentando dormirme para no tener que pensar en nada. Eva, Eva, Eva, Eva... en ráfagas de un eco indefinido. Era agotador descubrirme solo en el mundo, reconocer que las situaciones "especiales" no se sustentaban si las analizaba detenidamente. Frenético y sudoroso pase del comedor al cuarto de Eva y me escondí bajo las sabanas desechas, entre camisetas por planchar y lencería sexy. Miles Davis vigilaba, taciturno, desde las alturas de la pared, mis movimientos. Aquel día nada mostraba alegría. Notaba el cuerpo pesado y los ojos me dolían como si no hubiera dormido durante una semana.. Creo que me dormí.

Mi precario refugio fue alcanzado por el tintineo de unas llaves...

-¡Eva! -grité al verla plantada en la puerta del cuarto, mirándome perpleja.

Nunca había deseado tan fervorosamente que apareciera una mujer en mi vida.

- Max, ¿que haces metido en la cama a estas horas?

- He sufrido un terror diurno, pero no nos perdamos con divagaciones sin sentido. ¿Que horas son?

- Las 6 de la tarde.

- ¿Podemos ir a dar una vuelta?

- Mientras no sea una de tus famosas vueltas infinitas. Venga, péinate un poco y salimos.

-¿Que haría yo sin ti, Eva?

- Ser libre -sentenció.

Cuanta razón en tan pocas palabras.  Me hallaba en constante persecución de unas ideas primigenias a la vez que mis acciones me encaminaban a la desaparición de cualquier rastro de ellas.¿Sería la soledad el único recurso viable? Lo desconocía.

Me eché el flequillo a un lado y bese a Eva, que colocaba un libro en el escritorio, en la mejilla.

- Listo -dije.

Eva salió primera, dando saltos por la escalera, y yo la seguí de cerca tras cerrar de un portazo. En la calle se respiraba un ambiente diferente, más alegre, aunque oliera a fritanga, meado y cloaca, el sol asomaba entre las nubes que se dejaban llevar por esporádicas ráfagas de viento que mecían las sabanas tendidas. Las personas habían salido de sus madrigueras y charlaban animadamente parados en mitad de la calle sin percatarse de la presencia de un camión de reparto que ansiaba tocar el claxon para ahuyentarlos, se oía jaleo en los bares, gente maldiciendo en los cibers, gritos y risas, y, entre todo aquel jaleo un riff característico acompañado de una voz un tanto homosexual que emergía, a través de un balcón abierto, de las profundidades de un comedor; algo que nos transporto a cuando eramos adolescentes y visitábamos (sin conocernos todavía) ciertos tugurios donde se lograba escuchar heavy o sucedáneos.

I was made for loving you baby
You were made for loving me
And I can give it all to you baby
Can you give it all to me

Nos perseguimos el uno al otro corriendo por las calles, cantando el estribillo de la canción, señalándonos, acariciándonos con la mirada y, finalmente, abrazándonos. A nuestro paso algún que otro melenudo que conocía la letra levantaba el brazo y hacía el símbolo de los cuernos mientras, ante tal muestra de efusividad, los presentes más vetustos discutían sobre el devenir de las nuevas generaciones. Me hubiera parado a escucharlos sino fuera porque Eva absorbía toda mi atención. La seguí con su culo como punto de referencia en el mapa, perdiéndonos por bulevares transitados y coloridos y por callejones donde la humedad, la basura y las moscas eran las únicas residentes permanentes. Al cruzar miradas con Eva me transmitía una placentera felicidad, una ingenua serenidad, una invitación a romper las cadenas de la razón y lanzarme en brazos de la pasión. Cuando las piernas flaqueaban  nos escondíamos en oscuros y descuidados portales y nos mirábamos mutuamente con deseo hasta que, recuperados, nos lanzábamos al reencuentro concluyendo siempre con un prologando y tórrido beso. En ocasiones una mano traviesa se excedía con las cosquillas y traspasaba a la laguna prohibida generando incontrolados estallidos de pasión que los turistas, de mudanza con sus maletas gigantes, observaban como si fuéramos animales del zoo. Entonces emprendíamos de nuevo la carrera esquivando peatones,ciclistas y palomas bombarderas, y, acompañando a los niños en sus chutes al balón. Empezó a chispear o quizás fuera un vecino regando las plantas. Eva me cogió de la mano y apretó; dos veces. Una señal inconsciente que indicaba un destino: la sede clandestina del LOMM.

- ¿Pasamos por el Elias a ver quien hay? -pregunté.

- No los conozco mucho... - contestó tímidamente.

- Son buena gente, ya verás.

El LOMM era una asociación clandestina de rájers que nos reuníamos varios días de la semana para poner en común nuestras peripecias vitales y despotricar de todo lo imaginable. Solíamos ser tres: Jose, Alex, y yo, aunque de vez en cuando algunas personas inconscientes se dejaban caer por la sede del grupo para participar en "La Gran Rajada", que tenía lugar días después de un fracaso amoroso por parte de algún integrante del grupo (constantemente). La sede permanente se ocultaba en una habitación contigua al almacén del bar Elias, en el primer piso. El Elias era un lugar telúrico, un centro de poder donde se reunían desde currelas, abogados, abuelos domingueros, borrachos, ludópatas y otros seres inclasificables.

Cogidos de la mano cruzamos, con paso veloz, la plaza dedicada a la plantación de resplandecientes terrazas de aluminio y torcimos a mano izquierda por la calle más estrecha y lúgubre. A unos 10 metros se vislumbraba un diminuto cartel con lucecitas de colorines donde se leía: bar. La nueva innovación del Elias para atraer clientela. A medida que nos acercábamos el griterío y los golpes de fichas de dominó sobre la mesa se iban tornando en palabras inconexas; ¡Mathiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiilllllllllllll!, ¡Aleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeessssssssssss!,¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!,¡El tren de port bou!,¡Mineral water!.. Me eché a reír. Reí hasta llorar. Al inicio, Eva me miraba con incredulidad, no entendía que estaba pasando, pero, tan dada al dejarse llevar, se contagió y también estallo en carcajadas.

Entramos en el Elías y fuimos recibidos por el excelentísimo Fly-Fly; supuesto conde de unas islas caribeñas que gastaba su fortuna, cada tarde entre quinto y quinto, en las tragaperras. Poseía un escudero, de nombre "Maño", que regentaba un bar en la misma calle y que le acompañaba cada tarde en sus aventuras tragaperriles. Sir Fly-Fly era alto y panzudo, con una calva central flanqueada por pelos mugrientos a los lados que se desplegaban en una barba enraizada. Vestía camisas repletas de manchas de aceite y vino y pantalones "tío paco", sujetos con un cinturón de cuero. No conocía mucho más sobre él aunque siempre que me veía me trataba con familiaridad y entablábamos conversaciones sobre fútbol o recuerdos que conservaba del pasado en las islas.

Sir Fly-Fly abrió exageradamente los ojos y repasó de arriba a abajo a Eva. Por unos instantes no supo que decir y quedó paralizado. Cuando se recuperó, me dio un apretón de manos, sonrió pícaramente y formuló su pregunta habitual:

- T´han fullat?

- Hahahaha -el cabrón sabía jugar-. Sí que m´han fullat, sí.

- Eso es lo importante- dijo y se dirigió a Eva-. Cuidamelo, es un buen chaval.

- Lo intento, pero no se deja.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh!... -contestó Sir Fly-Fly echando la cabeza hacia atrás e inflando la papada como un sapo- ¡Maño!¡Maricón!¡Págame un quinto! -prosiguió mientras se adentraba en el bar.

Recorrimos el estrecho pasillo que conducía al comedor, parandonos en la barra para pedir unas cervezas y unos cacahuetes con cáscara. Sebas, el gentil propietario del bar, no aparecía. Un abuelo, bronceado hasta la rabadilla que jugaba intensamente al dominó, pegó un grito:

- ¡Sebas!¡Deja de colgar fotos borrosas y sal que el chico está esperando!

- ¡Calla!¡Que ahora están de moda estas fotos! -replicó Sebas- ¡Voy!

Desde el marco de la puerta del comedor preguntó:

- ¿Qué queréis?

- ¿Están arriba?

- ¿Bocata de panceta y cerveza?¿Y para ella?

- Sí, y unos cacahuetes con cáscara.

- Otra cerveza, por favor.

- Ahora os lo traeré.

 Juanpe ladraba en el piso de arriba y bajó corriendo por las escaleras para saludarnos con saltos de júbilo y movimientos de cola. Subimos las escaleras a tientas, con la luz que salía de la habitación del primer piso como referencia, procurando no tropezar con Juanpe que se nos cruzaba por debajo de las piernas. Arriba nos esperaban Jose y Alex. Fue una grata sorpresa encontrarlos a los dos. Nos saludamos efusivamente, entre besos y abrazos. Eva, por timidez, se mostró distante, excepto con Juanpe que la buscaba constantemente y saltaba sobre ella. En la habitación apenas había sitio para más personas. Una mesa de plástico, cuatro sillas carcomidas,  un sofá roído y un viejo tocadiscos en marcha conformaban el austero mobiliario. Alex había pintado de blanco la única pared que no estaba desconchada. En ella solíamos escribir ocurrencias que surgían en las charlas entre cerveza y cerveza: nombres de chicas, filosofadas. bizarradas...

Eva leyó en voz alta la pared:

- "La gente no discute sobre lo que sabe de Kant", "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer", "Juanpe for president" -dejó de leer y se fue riendo a sentarse, junto a mi, en el sofá.

Con todos bien acomodados y un piano de fondo, Jose cogió un libro de la mesa, lo abrió y se dispuso a leer como un rapsoda:

- "La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad occidental contemporánea. No tanto porque las múltiples ocupaciones no permiten una actitud amorosa, sino porque el espíritu de una sociedad dedicada a la producción y ávida de artículos es tal que sólo el no conformista puede defenderse de ella con éxito. Los que se preocupan seriamente por el amor como única respuesta racional al problema de la existencia humana deben, entonces, llegar a la conclusión de que para el amor se convierta en un fenómeno social y no en una excepción individualista y marginal, nuestra estructura social necesita cambios importantes y radicales."

Juanpe ladró interrumpiendo la lectura para posteriormente revolcarse entre el regazo de Eva que le acariciaba la barriga y lo miraba enternecida.

- Antes lo hablábamos con Alex -Jose retomó una charla anterior  nuestra llegada-. Es difícil saber cómo querer vivir. Ver las cosas con la fascinación de un niño es difícil, pero hay que hacerlo. La naturaleza, el amor, la música, esos momentos de paseo escuchando post-rock, las miradas inocentes; por mucho que crezcamos si perdemos eso si podemos considerar que hemos perdido.

- Supongo que no se pierden, sino que van siendo aplastadas -apostillé-. Vivir es difícil pero hay que fluir como el agua. A veces vienen trols de rio y te ponen piedra o unos castores construyen una presa pero el rio sigue su curso, aunque sea bajo tierra.

- Aquí la gente me mira extraño porque la mayor parte del tiempo tengo una coraza de soltar guarradas, provocar e incluso ser desagradable o escatológico, o pasar de todo hasta la capullez, pero cuando suelto, muy de vez en cuando, algo de lo que pienso realmente como por ejemplo discursos como el tuyo o me emociono como un niño por alguna cosa de la naturaleza, de la vida, o hablo del amor con esa pasión, tan naif para la mayoría, me miran aun mas extraño. Pero me da igual, en el fondo se que muchos de ellos sienten admiración o extrañeza pero en el fondo nos quieren por ello; por la sinceridad de nuestros sentimientos y eso no es mas que una señal de que vamos en el camino adecuado, de que tenemos razón, de que la felicidad y el amor son algo natural y que se ha perdido pero las personas aun saben reconocerlo y apreciarlo -dijo Álex, apasionadamente-.

- Ellos te miran con nostalgia -dije-. Como un heavy calvo que ve un melenas y piensa: ai... cuando yo tenía pelo... Pues todos están igual. Es como dejarse el gas encendido, al principio lo hueles pero cuando es demasiado tarde te duermes y explota todo.

Guardamos silencio. Eva asistía a aquella conversación como un niño en una comida de adultos; pasó del desconcierto a la fascinación. Retomé la conversación:

- Hace unos días fuimos de acampada a la montaña y al volver me entró una especie de tristeza.

- Sí -afirmó Álex.

- A los pocos días me reenganché.

- Si, volverás a la linealidad -comentó Jose.

- ¿Y esa tristeza, no la determinas en un punto? -preguntó Eva.

- No, es algo general; es como tener recuerdos de que alguna vez viviste en bolas en el paraiso.

- Ahahahahahahaha -rieron todos.

- Yo a eso le llamo anhelos, como recuerdos de otra vida que acuden a tu mente para darte un toque de atención -dijo Jose.

- Sí, estos días he tenido un viaje chamánico, como si fuera un indio. No sabría explicároslo. He dejado de ser racional para ser un todo.

- ¿Y eso que implica? -preguntó Eva mientras me acariciaba la pierna.

- Que dejas de ser una individualidad. Quiero decir, tus pensamientos dejan de ser una individualidad, cada uno con su propia idea y sus propios cauces, y se juntan todos, se juntan con la naturaleza, con la música...

- Estamos cansados de todo ya, eh... dijo Jose con una media sonrisa.

- Sí - dijimos todos al unisono.

Sebas interrumpió el dialogo trayéndonos el bocata, los cacahuetes y las cervezas. Tras lo cual se marchó silenciosamente.

- Siento interrumpir, ahora lo retomamos, pero ha llegado el momento del "cacahuetazo" -dije levantándome del sofá para ir a buscar los cacahuetes de encima la mesa.

Eva me miraba perpleja, desconocía de que hablaba y no sabía que hacer.

- El "cacahuetazo" es nuestro rito de iniciación. Es sencillo, coges un cacahuete y lo tiras por la ventana que tienes detrás de ti -le explicó Jose.

- Voy a mirar si hay cava en el almacén -dijo Álex.

En nada estaba todo dispuesto. La ventana abierta de par en par, Eva, con el bol de cacahuetes en las manos, sentada en el sofá y Álex listo para descorchar la botella. Un sonido seco y el tapón salió disparado hacia el techo rompiendo una bombilla fundida. Juanpe se excitó y empezó a ladrar y perseguir el tapón de corcho por la habitación. Eva lanzó el cacahuete de rigor por la ventana y me abalancé sobre su regazo para aprovisionarme de cacahuetes y lanzarlos en todas direcciones. En segundos los cacahuetes pasaban silbando, rozando nuestras cabezas, mientras otros impactaban de lleno. Una confusión de gritos, cava derramado, risas y cacahuetes se apoderó de la habitación.

- ¡Cabró!

- ¡Ahhaahaha! ¡Apunta maricó!

Una panceta salió volando por la ventana mientras nosotros, rodando por el suelo, reíamos desaforadamente.

1 comentario:

  1. Magnífico, Saúl. Es una mirada de reojo a las vivencias de unos jóvenes ávidos de degustar, es un humor que extirpa la carcajada del mismo recuerdo y que halla en su seno una seriedad sin igual. Es un humor de la vida, porque la vida es así, tan graciosa y sufrida como en nuestros sueños. Una delicia recorrer las palabras que rallas con el afilado cuchillo de tu teclado en el tejido de internet. Yo soy capaz de oler, de apercibir, de sentir en mi piel esos lugares mágicos de cerveza y literatura, de fidelidad al mundo y de templanza. Estos textos son la palabra del hombre completo, que se busca y se abraza, compadeciéndose y alegrándose a la vez, pues no hay seguridad en las conciencias ajenas de que lo vivido, esos árboles que hemos visto, esas montañas, esas medianas vacías, esos ojos resplandecientes, esas camisas desgarradas, los porrazos y las risas, todo eso, sólo nos pertenezca a nosotros.

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