Sempre m´han violentat les presentacions. Prefereixo deixar tot el protagonisme amb aquesta entrada a la novel·la que dóna nom a aquest humil blog. Per això posaré un fragment d´aquest meravellós llibre (Ana Karenina).
Pero una idea imprecisa vagaba por el fondo de su mente. De pronto se acordó de su marido, y a este recuerdo se unió el de su enfermedad a consecuencia del parto y del deseo que la dominaba entonces. "¿Por qué no me habré muerto?" Y , al repetirse estas palabras que más de una vez habían pasado por su mente en aquella ocasión, comprendió que esta era la idea que se resistía a precisarse y que la muerte lo resolvía todo.
"Si, la muerte todo lo borraría: la verguenza y el dolor de Alexiei Alejandrovitch y mi propio bochorno... !Morir...! Y él , entonces, se arrepentiría, me amará, sufrirá por mí..."
En sus labios vagaba una sonrisa. Sentada en la butaca, se ponía y se quitaba maquinalmente los anillos de su mano izquierda, sin dejar de pensar en la muerte.
Unos pasos , los pasos de él, que se acercaban, la sacaron de sus ensimismamiento. Pero ella fingió ocuparse en guardar sus sortijas, como si no lo hubiera oído.
Wronsky se acercó a ella y, cogiéndole la mano, le dijo en voz baja:
-Ana, vámonos pasado mañana si quieres. Estoy de acuerdo contigo en todo.
Ana guardó silencio.
-¿No me dices nada? -preguntó él.
-Haré lo que tú quieras -respondió ella. Luego, de pronto, se echó a llorar. Y, entre sollozos, empezó a decir:
-!Déjame, déjame! Me marcharé mañana yo sola. Y todavia haré más... En fin de cuentas, ¿qué soy yo sino una mujer depravada, una piedra colgada a tu cuello? No quiero hacerte sufrir, !no lo quiero de ningún modo! Te dejaré libre. Porque tú no me amas, tú amas a otra...
Wronsky procuró tranquilizarla. Le dijo que sus celos eran infundados, que nunca había dejado de quererla, que la amaba más que al principio...
-Ana, ¿por qué te torturas y me torturas a mí? Y le besaba las manos. Ella advirtió que el semblante de él tenia la expresión del enamorado, y le pareció que las lágrimas empañaban su voz, e incluso que algo húmedo resbalaba entre sus dedos. Y entonces, de súbito, sus celos se convirtieron en pasión desenfrenada y, rodeando con sus brazos la cabeza de él, cubrió de besos su cara, su cuello, sus manos...
Més endavant aniré pujant reflexions i escrits propis que espero que assaboriu com una bona cervesa; amb calma i deixant fluir els sentits.
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