domingo, 3 de octubre de 2010

Realidades y esperanzas



Barcelona se había convertido en un estado independiente hacía 5 años. Una nueva Restauración, al estilo de Cánovas, se instauró. El nuevo rey era el capital y las dos tapaderas, el partido gay pasivo y el partido gay activo, se turnaban en el poder. Este poder se sustenta gracias a la intervención de los medios de comunicación y la publicidad que bombardean sin parar las mentes de los habitantes con mensajes en favor del capital y sus representantes. Proclamas tales como: El trabajo os hará libres.


La primera medida que tomó esta dictadura pintada de democracia fue la de prohibir las parejas heterosexuales. Se colocaron cámaras por toda la ciudad, por seguridad según rezaba la propaganda informativa que tragaba como papillas cada persona delante del televisor. Así miles de parejas fueron separadas, las mujeres eran forzadas a exiliarse i los hombres tenian que cumplir una condena de 5 años y esperar que su compañero de celda no les sodomizara durante un apagon. Otras de las medidas fueron inculcar en la población la idea de que la propiedad privada y el conseguir un buen puesto de trabajo era sinónimo de excelencia, de triunfo en la sociedad. Así todas las familias estaban endeudas a causa de hipotecas ilegibles y contratos abusivos. El fin de este cambio de visión era tan simple como el de tener coaccionada a toda la población con la incertidumbre de no poder pagar y así domesticar a unos trabajadores anteriormente rebeldes.

Por las calles ondeba la nueva bandera de la ciudad, a rayas blancas y negras. Debe ser una advertencia muy sutil- pensó. Las calles estaban limpias, sin coches, sin personas parecía un pueblo abandonado. Las nubes corrían asustadas mientras le rodeaba una absoluta soledad. Los balcones ya no tenían esos tiestos que cuidaban como padres a todo tipo de plantas, ni esa ropa tendida al desnudo... solo entre cortinas algunos ojos le miraban extrañados, preguntándose porqué estaba allí.

La puerta del sexto permanecía cerrada y olvidada en aquel edificio vigilado por un portero de mirada taciturna. En su interior seguía en su letargo aquel ser casi ficticio que guardaba con recelo una habitación donde se amontonaban aquellos recuerdos de un verano fugaz . Un lugar conocido solo por dos personas, un lugar recóndito, oculto a la vista de todo aquel extraño que se acercaba. El blanco de su puerta le pedía que hiciera girar el pomo y entrase en ella sin pensar que encontraría dentro. Muchos tan solo veían un par de camas y una ventana pero el veía mas allá. El veía esa chica de larga melena pelirroja, con su tez blanquecina que resaltaba entre tanta oscuridad, esos ojos azul verdosos que le miraban fijamente buscando respuestas en tu corazón. Veía aquellas noches en que ella, ingenuamente, le esperaba en la puerta como los niños esperan, escondidos debajo del cojín sin dormir, que vengan los reyes magos con todos los regalos que pusieron en la carta. Veía aquel camisón que llevaba y que rozaba su pecho cada vez que os abrazabais. Oía aquellos cuentos que os contabais cada noche para poder dormir con el recuerdo de vuestras voces. Al mirar aquellas sábanas que tapaban sus recuerdos como tapan los cadáveres, con indiferencia, sentía una profunda nostalgia recordando aquellas dos semanas, una rabia irrefrenable le obligaba a levantarlas y buscar entre los pliegues algún cabello que se deslizó entre vuestros cuerpos. Al entrar solo buscaba aquel primer beso que, como una ola impetuosa que te moja los pies inesperadamente, fluyó por todo tu ser. Un beso que desencadenó una nueva vida.

Con la cabeza reclinada sobre el cristal su mirada contempla vagamente el paisaje mientras se sume en sus recuerdos. Por sus ojos pasan estaciones abandonadas en espera de algún trotamundos que recale en ellas, grandes campos de abedules puestos en fila, esperando a salir de excursión, una torre medieval que se alza imponente y solitaria mientras contempla como el tren prosigue su trayecto, la verdor que se expande irrefrenable a lo largo de campos y bosques... Se pregunta si ella seguirá esperándole como hacía cada noche. Si conservará esa mirada que te cautivaba a cada instante. ¿Estará con otro? Esa incertidumbre le acompañaba durante todo el viaje y no le deja profundizar en sus sueños. El sólo sabe que su amor hacia ella había ido en aumento y no veía el techo. Su amor crecía como los bosques crecen después del invierno, imperceptibles y constantes.

Un cartel rectangular informa que el tren se ha estacionado en Yasnaia Poliana. A su lado un viajero se levanta y baja del tren. Olvidado, un papel reclama que lo lea. Lleva por título La soledad de Keats. Dice así:

“¡ Oh, Soledad ! Si he de morar contigo,

que no sea entre este hacinamiento de oscuros edificios;

sube conmigo la escarpada senda,

y llegando a esa atalaya de la naturaleza,

veremos, en la distancia, como un pequeño espacio

donde el valle acrece su verdor y el cristal de su río;

que tenga tus vigilias bajo el fino ramaje,

allí donde el ciervo con su salto tan leve

asusta de la dulce campánula a la abeja.

Pero, aun gustando de compartir contigo esas escenas,

la plática con un ser puro cuyas palabras

espejan una mente exquisita, es mi mayor deleite,

porque, sin duda, la dicha de la tierra reside

en dos almas afines que vayan hacia ti”.


Justo al acabar, la puerta del vagón se abre parsimoniosamente y deja entrar una bocanada de viento que refresca el ambiente cargado. El viento transporta un olor de hierba mojada, de flores silvestres... Tu corazón sale a buscarla y al tomar el pasillo se la encuentra. Allí está ella, sonriendo y con su mirada azul verdosa difuminada por las lágrimas que pugnan por salir. Idéntica reacción se produce en él. Es tal la alegría que reina en aquel vagon desierto que parece como si todos sus amigos más cercanos estuvieran allí celebrando su reencuentro. Pegan sus labios el uno con el otro aferrándose al otro para constatar que es real. Tanto tiempo esperando ese momento y ahora ya no existía nada excepto ellos dos. Todas las conjeturas y planes no servían porque cada gesto les parecía algo extraordinario, novedoso e insospechado. Querían poseer al otro pero se les escapaba como quien cree poseer la ciudad donde vive y a cada minuto se da cuenta de que no puede sostenerla entre sus manos. ¿Quien necesita triunfar y poseer pudiendo querer y ser querido? Con cada beso, con cada mirada, con cada caricia su pasión aumentaba y al constatarlo no podían más que esbozar una leve y tímida sonrisa esperando que el otro hubiera entendido lo mismo. No buscan un héroe que les salve porqué quien ama con sinceridad ya lo és. La épica no se encuentra en los grandes hombres y en las grandes batallas sino en los hombres y mujeres que se aman y se entregan sin pedir nada a cambio, que se sienten satisfechos viendo como su pareja es feliz. Ellos sienten un amor que huye de falsos artificios y de la rutina, se contentan con poder pronunciar un te amo. Por fin han conseguido abandonar esa soledad que les atormentaba y pueden unirse en un profundo abrazo y convertirse en un único ser que fluye en todas direcciones.

Sin conocer estos sentimientos el tren se despide de Yasnaia Poliana y continúa su viaje. ¿Hacia donde? Sólo ellos dos lo saben.

3 comentarios:

  1. Muy atmosférico. La escena que más me ha gustado es la del apartamento y el recuerdo. Esa parte crea mucha incertidumbre y puedo llegar a identificarme aún sin haberme pasado algo similar. Creo que hubiera sido mejor un triste final, pero es que ya sabes como soy yo. De cualquier manera, el escrito es muy bueno porque destila poesía y un querer.

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  2. Lo que nunca imaginé es que el tren nos dejaría en paradas distintas...
    Donde la distancia se alargaría con el paso del tiempo en un camino irrefrenable hacia el olvido...
    Lloré en su momento, y lloro ahora, al volver a recordar este texto y su historia...
    Gracias Saul
    Siempre pensé que debía un comentario :')

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