martes, 9 de agosto de 2011

Florecer



Me balanceo sobre el balancín que guardaba en el piso de arriba y que tanto miedo me daba de pequeño. Cierro los ojos para conectar con sensaciones que van mas allá de los sentidos. Abro los ojos y veo en la lejanía los primeros humos purpuras. El café aguarda sobre la mesa.

- ¿Con leche? -pregunta, una cándida voz, con delicadeza.

- Si, que sea caliente -contesto con cariño.

Observo sus movimientos ligeros y gráciles con una sonrisa y gozo interior. Nunca es tarde para lo que se quiere. Se sienta y me acaricia la mano y juega con sus dedos en mi palma. Redoblan los tambores. Tus dedos, mis dedos tamborilean sobre el vidrio de la ventana hasta que se rompe y entra un viento que se arremolina a nuestro alrededor. Una guitarra puntea solitaria. Llegan los primeros aplausos de agradecimiento, no de reconocimiento pero el lloro de nuestra hija la distrae y me deja solo con el café, un papel y un bolígrafo. Me levanto y ando sin rumbo por la habitación mientras la madera que está a mis pies cruje a cada paso. Percibo que ya no es un sitio adecuado para vivir, hay que irse. Voy al dormitorio donde esta ella dando el pecho, un seno rebosante de vida, a Ana que llora rodeada de publicidad y eslóganes tramposos. El ambiente es asfixiante y opresivo, hay que salir como sea. Las conduzco a la calle donde cada vez se reune mas gente agobiada por lo que ha visto en sus casas. Corre un rumor general; los profetas de la catástrofe, los falsos ídolos, los farsantes con carrera, los héroes de nuestros tiempos... se han reunido en la torre mas alta de la ciudad. El murmullo se extiende pero no parece que interese mucho lo que pueda pasar en esa torre, la calle ha preferido ignorar de una vez el teatro para vivir su propia existencia de acuerdo a sus pensamientos.

Marchamos hacia las afueras de las ciudades para encontrarnos con todo aquello que olvidamos hace años, con todo lo que realmente nos conforma como personas pero que nos obligaron a rechazar y a menospreciar. Todavía queda esperanza, aun se pueden conquistar las utopías. Desde donde estamos reunidos se puede ver la torre, una mole compacta y gris. Parece que han formado una fila india y se van tirando uno a uno, en orden.

- ¡Por la Bastilla! - Gritan todos mientras caen.

Es su último movimiento para aparentar que simpatizan con nosotros, para demostrar que ellos siempre han estado con nosotros. Su desesperación es tal que optan por el recurso mas burdo, no se dan cuenta de que todo el mundo ya conoce sus métodos de engaño y manipulación a gran escala. Se oyen aplausos tímidos cada vez que uno de esos pseudo mártires de la revolución se estrella con el suelo. Al tercero o al cuarto ya nadie reacciona. Nos concentramos en este nuevo inicio que nos espera pacientemente a que tomemos la iniciativa para recuperar todo lo que hemos perdido en estos años donde solo ha existido un pensamiento único y unidireccional enfocado al egocentrismo y a consumir y destruir de todo lo que nos rodea, incluido las personas, sin importar las consecuencias de nuestros actos. Podemos conseguirlo, debemos conseguirlo.

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