viernes, 10 de febrero de 2012

Mi Valquiria preferida



Era un jueves gris y lloviznaba cuando salí del metro. Había olvidado el paraguas. Con paso ligero me dirigí al sex shop, dos calles más arriba. Espere a unos metros de la puerta simulando escribir algo en el móvil hasta que la calle se vació de transeúntes y pude entrar. En el vestíbulo me recibieron unos posters de chicas desnudas, parecían sacadas del calendario de 1985 de un mecánico, colgados en unas paredes de cristal negro iluminadas con luz fosforescente que conferían al pasillo un ambiente decadente. Me gusta pasearme por esa decrepitud e ir mirando las cabinas hasta decidirme por una de las películas que echan. Ah! Y la música.  La música creo que es el punto diferencial de este sitio. La propietaria, devota de Wagner y Brahms, pone como hilo musical "La Danza Húngara o La cabalgata de las Valquirias,por citar las más conocidas, que truenan por todo el sex shop produciendo en los clientes, jubilados, parejas sin casa, solitarios, desencantados del amor...; parias de la tierra, la impresión de ser importantes. Todos van a su cuartucho con aires de gran general prusiano comandando su ejercito hacia la victoria. Los que se dejan arrastrar por su fantasía te saludan en alemán cuando pasas por su lado. Aunque, la verdad sea dicha, las pocas veces que he acudido al local sólo me he encontrado con varias personas comprando lencería y consoladores y un par que se metían en las cabinas.

Ese día el lugar permanecía tranquilo, sin una alma."Mejor. Así no escucharé lo que echen en las cabinas cercanas", pensé. Tampoco me apetecía encontrarme con nadie, ya tenía suficiente con la aglomeración de gente que se formaría en la fiesta que le había preparado Eva a Javier; a la cual ella me invitó. Revisando las películas me decidí por una donde la protagonista era una chica pelirroja que todavía no había mutado por los efectos de la cirugía. Estaba cansado de actrices con la cara planchada hasta las orejas, con los labios inflados como las ruedas de un coche y las tetas a reventar de silicona. Tal vez me agotaba tanta ficción y evasión y deseaba algo real; natural. Pase el pasillo y fui solícito al mostrador de caja. También vacío. Permanecí unos minutos aguardando a que alguien saliera de la trastienda por la cortina de finas tiras negras. Cansado de esperar golpee con el teléfono el mostrador de cristal e inmediatamente oí la voz apagada de una mujer diciendo:

- Ya vengo.

Salió en sujetador y me preguntó molesta:

- ¿Quieres algo?

- Sí, cárgame la tarjeta con 10 euros -respondí.

- Aquí tienes. Que disfrutes.

En cuanto cobró me la dio y sin esperar respuesta se largó a la trastienda. Con las manos en los bolsillos me encaminé en dirección a la numero 4. Al llegar me desabroché los botones del pantalón y me adentré en ese agujero ambientado por una mezcla de olor a semen reseco y a túnel de lavado de coches. Su forma, sus pantallas y sus botones me trasladaban a aquellas recreativas donde de pequeño jugaba al Street Fighter o al House of Dead.Cerré el pestillo, inserté la tarjeta en el lector, seleccioné la primera escena que salió, me baje los pantalones y los calzoncillos a la altura de los tobillos, deje el rollo de papel higiénico cerca y coloqué una bolsa de plástico en el asiento tapizado y lleno de manchas que,siendo generosos, podrían ser caspa acumulada. Ya tenía todo dispuesto para una bonita trucha.

Se avecinaba el momento cumbre pero se truncó. Una pareja se había colado en la cabina de delante y empezaban a jugar. "Ya me han jodido la paja", pensé. Oía sus voces sedientas de placer y me masturbaba  fantaseando con sus actos. La voz femenina me resultaba muy familiar pero no conseguía descifrar de quien debía ser. Hasta que él pronunció: "Me encanta tu coño Eva". No me lo podía creer. "Mi amiga Eva, la que trabaja como voluntaria en una ONG en defensa de los ancianos, tan recatada ella que se alarmó cuando le nombre este sex shop. Mírala no ha tardado ni una semana en venir aquí con un tío que no es Javi. No pierde el tiempo la muy guarra", pensé mientras me tocaba imaginándomela. Al parecer el tío sufrió un gatillazo porque se escuchaban las quejas lastimeras de Eva: "menuda decepción. Con lo cachonda que me estaba poniendo y ahora no se te levanta. Vete, anda, vete. Como siempre he de ser yo la que me de placer." Me subí los calzoncillos y los pantalones, me abroché el primer botón y me asomé al pasillo para echar un vistazo. De la cabina de al lado surgió un hombre medianamente joven, falto de pelo en la cabeza y de mirada perdida acabándose de vestir. Espere a que se alejara y me deslicé cauteloso al interior de la cabina. Eva yacía despatarrada en el asiento, gimiendo mientras se masturbaba con los ojos cerrados. Desde primera fila contemplaba esa bendición de coño lubricando y no pude contener una erección bestial. Me puse verraco. Necesitaba descargar y con quien mejor que ella que me brindaba esta oportunidad. Eva era el tipo de chica con la que nos pajeábamos en nuestra época mandrilesca en el instituto y que la queríamos como compañera de trabajos en la universidad. Sabía que no era correcto pero Javi ya lucía cuernos así que no le importaría si le crecía un poquito más la cornamenta. Además tampoco se enteraría.  Hay trenes que solo pasan una vez y Eva era uno de ellos.

Sin que se diera cuenta le cogí de la melena y le tape la boca para evitar que chillara. Ella alarmada abrió los ojos repentinamente y trato de liberarse de mis manos. Le dije que se tranquilizara, que sólo había entrado atraído por sus gemidos. Ella al parecer  recobro la calma aunque me miraba con desprecio.

- Eres despreciable ¿Por qué eres así? -preguntó asustada

- Es que las mujeres me han hecho mucho daño -conteste cínico ¿Y tu por qué eres así?

- Ya no es lo mismo -me espetó.

- Claro, seguro que en un año se le ha encogido de tanto ducharse. Te entiendo perfectamente.

No concebía irme de allí sin follármela. Es por eso que sujete su cara entre mis manos y le solté:

- Yo soy el hombre que necesitas. El que te hará olvidar tus preciosos dedos y te hará llegar al orgasmo.

Dicho lo cual me arrodille ante su pubis y comencé a lamerle ese coño con mostacho hitleriano que tanto me excitaba. Pasaba la lengua por todos los lados. Eva cada vez apretaba con sus piernas mi cabeza a lo que yo respondía intensificando y rotando el movimiento de mi lengua por su clítoris. Cansado y con las rodillas doloridas me levanté y conduje su boca a la punta de mi trabuco. Empezó a chupar de mala gana y sin mucha intensidad. De vez en cuando me miraba y al comprobar que me estremecía de placer aumentaba el ritmo con las manos. He de reconocer que nunca hubiera imaginado que fuera tan buena mamando pollas. El piercing de su lengua también ejercía una gran influencia en mi opinión. Se notaba que disfrutaba estando amorrada al pilón. Ni que decir tiene que tanta pasión fue imposible de soportar para mi y como buen galante le avisé suspirando:

- Como sigas mucho más me voy a correr.

- No te dejaré ¿Tu eras el que me haría llegar al orgasmo? Si no puedes aguantar lamiéndome el coño hasta que me corra. Eres otro impostor.

De golpe paró de chupármela dejándome con los huevos doloridos. Herido en mi orgullo varonil le conteste:

- Lamer coños no es lo mio. Yo soy más de empalar vírgenes, violar monjas para que sepan que es lo que sintió María al recibir al Espíritu Santo y, en mis ratos libres, petar coños de furcias como tu.

Acto seguido la puse a cuatro patas y se la metí sin mediar palabra. Tuvo suerte que su coño seguía lubricado y no sintió demasiado dolor con la primera embestida. Pose mi pecho sobre su espalda y con una mano agarre su turgente teta y con la otra le manoseaba el hinchado clítoris mientras continuaba embistiéndola sin pausa. Eva gemía como una loca y su coño se estrechaba succionándome la polla cada vez más adentro. En medio de este frenesí acerque mis labios a su oreja y comencé a lamérsela y a suspirarle indecencias al oído. Quería jugar con ella. Sin avisar se la saqué de dentro.

- ¿Qué coño haces? -es lo único que logro decir.

- Pídeme que te la meta. Suplicamelo. Quiero oir como rogas por mi polla. Hazlo o no la vuelvo a meter.

- ¡Venga cabrón métela ya!

- Esas no son las formas adecuadas ¿Que es lo que quieres?

- Quiero que metas tu polla en mi coño ¡Lo quiero ya! ¡Lo necesito! -grito desesperada.

- Que puta eres -dije satisfecho mientras se la metía de nuevo y resonaba un pedo vaginal.

El habitáculo era algo estrecho para dos personas pero logré ponerla en diferentes posturas. Transcurrieron los minutos y deduje, por sus movimientos, sus caras, y, lo principal,  su fluido vaginal que me bajaba y se secaba poco a poco, que se había corrido. A mi no me dijo ni una palabra.Supongo que creería que no me daría cuenta. Pobre incauta. Eso sí, parecía insaciable no paraba de pedir que le diera fuerte y que fuera rápido. Agotado por tanto ajetreo emplee mis últimas fuerzas en elevarla en el aire y arremeter violentamente contra las paredes de su coño. Con cada acometida mis cojones resonaban contundentes al chocar con sus nalgas. Que delicia de sonido. En las pantallas de televisión veía su esplendido culo y no pude contenerme. Sujete a Eva en el aire y la acomodé en el suelo. Apunté a su cara y disparé todo el semen acumulado en mis huevos. La unté en leche y me desplomé sobre el asiento, exhausto.

Salí del sex shop antes que ella y la espere en el semáforo de la esquina. Cuando Eva salió nos perdimos en silencio por esas calles, de atmósferas cargadas, dispuestas como orinales al aire libre. En el portal del piso que compartía con Javi me dijo:

- Ni se te ocurra decir nada. Si preguntan porque venimos juntos responde que nos acabamos de encontrar en la puerta.

- Ningún problema. Los sofistas temblarían ante mí.

- ¿De que hablas?

Nos metimos en el ascensor y subimos al cuarto. En el piso hice los saludos de rigor y a la que pude  me zafé del gentío y me refugié en la cocina. Saqué una cerveza de la nevera y la bebí a grandes tragos. Cogí una segunda. En el comedor Eva nos convocaba:

- ¡Que venga todo el mundo! Quiero que seais partícipes del regalo de Javier.

- No ere necesario que me regalaras nada. Lo sabes de sobra que no quiero que te gastes el dinero en mi. Estando contigo me vasta.

- Te mereces esta sorpresa y mucho más. No seas humilde -hizo una pausa y tanteó las personas del comedor hasta que me descubrió apoyado en el marco de la puerta de la cocina.- Cariño... ¡Nos vamos a Suecia!

- No puede ser verdad ¡Imposible!. Llevo años queriendo ir a Suecia. No sé como te lo voy a agradecer. Eres mi Valquiria. La Valquiria que me transportará al Valhalla- todos rieron despreocupados; menos yo que bebía y la observaba impasible desde mi rincón.

3 comentarios:

  1. ¡Un aplauso ante el derroche de tanta lefa! ¿Tan triste como cierto! El texto más sentimental y sincero que he leído en mucho tiempo.

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  2. Las apariencias engañan y el amor es algo tan utopico que para que... un buen polvo y ya esta... (quina furcia).
    M'ha agradat aquesta bruticia que has portat, segueix així, a vera fins a on pots arribar.

    De la teva fan numer guan

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  3. ¿Para qué enmascarar las cosas como si fueran un cuento de hadas cuando vivimos en un mundo que se nos está cayendo encima? Y eso no es lo mejor,¿Para qué enmascaramos la vida cuando es ésta la que se nos está cayendo encima? ¿por qué no nos daremos cuenta de cuantísimo dolor nos ocasiona la existencia en sí misma?
    Dualismo ignorancia-autoconsciencia; Eva-Protagonista... He ahí la clave de su vida y de la nuestra.
    Y gracias por enseñarnos las cosas tal y como son.

    Qué sucio eres.
    Aber.. Ich mag dich.

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