domingo, 25 de marzo de 2012

Se busca


Había transcurrido una semana desde lo sucedido con Eva y Helena. Durante ese tiempo salí de noche un par de veces y de día me encerré en casa con las luces apagadas, las persianas bajadas, el móvil desconectado y sin contestar al interfono. Con los años había logrado una independencia total de las personas, exceptuando un reducido grupo de amigos que me mantenían con los pies en la tierra. Comía a deshoras y picaba palitos de pan de pipas mientras jugaba en el ordenador o me conectaba a internet para criticar cuatro chorradas; lo que ahora llamaríamos indignarnos. Aunque la mayor parte del tiempo que me sentaba delante del ordenador lo empleaba para buscar fotos de Eva y masturbarme como un poseso. El recuerdo del polvo de Eva me perseguía a todas horas y me hizo retomar la costumbre, de adolescencia, de pajearme una vez al día como mínimo. El placer efímero no conseguía calmar todo aquel proceso de evocación, más aun, lo incrementaba produciendo que el piso, en general, y mi habitación, en particular, se me tornasen hostiles y necesitara salir al exterior. Cogía la bici aparcada en un árbol raquítico y me marchaba a dar vueltas por la ciudad sin un rumbo fijo, buscando algo o alguien excepcional que quebrara mi exilio voluntario, aunque si un destino claro; la playa. Allí me tendía sobre la arena con la esperanza de que la marea me arrastrara hasta una grieta abisal sin mas realidad que la plena oscuridad. Era completamente absurdo pero guardaba la fe de que fuera posible. Una de esas veces llamé a Alba. Supongo que quería olvidar a Eva y toda la locura precedente y dirigí mi atención hacia aquella molesta chica de la que apenas lograba recordar su cara y su escote.

Dos días después pulsé el botón del interfono (ático segundo). Tras una corta espera la voz de Alba preguntó:

-¿Quién es?

- Soy yo...

Al parecer reconoció mi voz porque abrió la puerta sin aguardar a que diera mi nombre. Escuche el estruendo de una puerta cerrándose y alguien bajando las escaleras saltandolas de dos en dos. Un grito me sacudió:

- ¡Nadie te volverá a amar jamás! ¡Nadie! - dijo con tono suave, articulando cada palabra claramente, sin titubear.

Sin que me hubiera dado cuenta pasaba por mi lado una joven menuda, pelirroja teñida y cara aniñada. Esto es lo máximo que pude retener de ella. Subí en el ascensor taciturno, absorto, reflexionando sobre las palabras que había pronunciado. ¿Quién era esa chica que parecía saber más de mi futuro que yo mismo? "Corriendo, siempre corriendo sin encontrar nada más que llanuras inertes", pensé. Algo no andaba bien. Debía conocer a esa joven costase lo que costase.

Me encontré la puerta del ático abierta y entré. Me recibió una amalgama de olores: incienso, velas aromáticas, puerro, hierbas varias... Alba apareció de la nada y me saludó con un efusivo abrazo, como si nos reencontráramos tras años de ausencia. Ahí me di cuenta de que no sabía porque estaba allí

- Justo ahora me has pillado preparando una Vichyssoise para cenar. En esta época que ya empieza a hacer calor una sopa fría refresca y además todos los ingredientes son vegetales.¿Quieres quedarte a cenar? Puedo hacer más -me ofreció educadamente.

- Me vendrá bien comer algo elaborado, que no haya pasado antes por el microondas. ¿Eres vegetariana? Porqué siempre me he preguntado si hay vida más allá del tofu.

- Si, idiota -dijo riendo. ¿Te importaría ir a por la maría que está en mi cuerto y liarme un porro? Si avanzas por el pasillo mi cuarto es la segunda puerta por la derecha. En el escritorio, justo al lado de la pantalla del ordenador hay una bolsita transparente con hierba. La primera es la habitación de mi compañera de piso, una tia rara muy celosa de su intimidad, mejor que ni te acerques.

- No fumo -contesté desde el pasillo con tranquilidad.

- Que decepción. Entiendo que no fumes tabaco porque es perjudicial para la salud y acabas enganchado fumandote 2 paquetes al día  pero la hierba es inofensiva. Te fumas tu porrete de vez en cuando y te deja en un estado de paz total. Ya verás, te hago uno, lo pruebas y si no te gusta no vuelves a fumar más.

- No insistas que no me convencerás -dije terco.

- Peor para ti -me replicó, caprichosa, alzando la voz desde la cocina.

Me adentré en la penumbra de su cuarto. Me esperaba algo acorde a las ideas de su propietaria, una habitación zen; minimalista y ordenada. Palpé en las paredes en busca del interruptor de la luz. No me costó mucho encontrarlo y una luz tenue, proporcionada por una lampara que caía del techo, me descubrió el barroco adaptado a una habitación. Era larga y estrecha, de paredes beig claro repletas de fotografías de personas y ciudades que formaban collages de  formas abstractas. Al entrar, al lado del armario, bajo una estantería repleta de libros de autoayuda, tenía un corcho donde había multitud de papeles con frases que me eran difíciles de leer porque estaban escritas con letra minúscula. La única que se leía con claridad era esta: "Un beso lo cura todo". En el suelo, a los pies de la cama, me encontré una esterilla extendida,  rodeada de velas apagadas y vigilada por la estatuilla de un buda opulento. Al fondo, en paralelo al escritorio y junto a la única ventana de la habitación, la cama con un sobrio cabecero de madera y sabanas de llamativos colores. Atravesaba la habitación vigilando con no clavarme alguna chincheta suelta, tropezarme con la ropa tirada por el suelo, no pisar los papeles desparramados... hasta que llegué al escritorio y me puse a escarbar entre libros, bolígrafos, una botella de agua, bragas y sostenes, una mochila de marca desconocida, billetes de metro, un mapa de la ciudad, desodorante, condones... Tras unos segundos encontré la bolsita de maría y se la lleve a la cocina.

- Aquí tienes -dije mientras le mostraba la bolsa y la lanzaba sobre la mesa.

- Muchas gracias -me dijo, y, complacida, me dio un beso en la mejilla, rozando la comisura del labio.

Me acomodé en una silla de esparto aguardando no sé el que. Asentado seguía con deleite las idas y venidas del cuerpo de Alba que pugnaba por liberarse de aquellos pantalones turcos . Me hablaba sobre las teorías (las mismas que hace una semana) que ella tenía sobre la felicidad, la vida, el feng shui, el karma, el yoga ... incluso fue a a su habitación a buscar un relato, que había escrito aquella misma semana, para que me lo leyera y le diera mi opinión. No me apetecía leer incongruencias.

- Lo leeré en casa para tener una idea más clara de lo que quieres expresar y ya te diré que me ha parecido.  ¿Te ayudo en algo? -pregunté.

- No, ya he terminado. Quédate aquí que voy a por papel.

De vuelta se sentó a mi lado con las piernas cruzadas y se lió un porro. Me ofreció una calada y volví a rechazarla.

- ¿Tu compañera de piso no será una chica pelirroja? -le interrogué.

- Sí. Es sociable pero me da la sensación de que me oculta algo. Casi nunca coincidimos en el piso porque ella suele llegar tarde y se pasa las mañanas durmiendo y cuando se levanta no me explica nada de lo que ha echo el día anterior. Tampoco trae chicos al piso, tal vez sea lesbiana. ¿Verdad que no es muy guapa? Si ya se le ha desteñido el cabello -se burló.

- A mi me ha parecido muy guapa.

- ¿Quieres conocerla? -me preguntó irónica tras una calada.

- Lo estoy deseando -le reté.

- ¿Serás capaz de abandonarme por ella?

- Te conocí hace una semana, no nos pongamos melodramáticos -reí y posé mi mano sobre su muslo. No te preocupes que si yo desaparezco me reemplazarás facilmente. El ser buitre está en alza. Vayas donde vayas hay un buitre al acecho. Como para tener novia, te descuidas un momento y solo ves una masa de tíos encima suyo.

- Que asco -hizo una mueca de desaprobación.

- Sí, el mercado anda mal. Pueden pasar meses de travesía hasta que encuentras alguien decente.

- A mi no me gusta cualquiera -dijo y me miró fijamente a los ojos como esperando una señal.

- ¿Eres feliz? -me limité a decir.

- Si ... -dudó- supongo. ¿Tu lo eres?

- Hace tiempo que no me chuto felicidad. Creo que sin libertad sólo aspiramos a una felicidad edulcorada, con los gramos prescritos de colorantes y conservantes, como un producto que se vende en un supermercado o un medicamento. Pronto llegará el día que la fabriquen y alguna industria compre su patente.

- Pues los científicos dicen que la libertad no existe, que tu inconsciente toma las decisiones por ti.

- Me paso los científicos por el forro de los cojones. Estoy entrando en un estado de misantropía permanente. Me dedicaré  a leer a Walser para poder sostener la idea de que aun se conserva la belleza y la pureza de espíritu. Te lo recomiendo. Escribió novelas, relatos cortos, poesías. Te gustará.

- Lo leeré.

- Y en cuanto a películas: "Requiem for a Dream". Hasta aquí mis recomendaciones de hoy.

- Hasta aquí el programa de hoy -bromeó.

- No me vería nadie y el programa duraría menos de un mes. Me obligarían a salir en pelotas para que subiera la audiencia y para despedir el programa me contonearía sobre un podio. Entonces habría un 100 % de quota de pantalla y tendría colas de fans acechándome a las puertas de mi casa. Hasta que una fan loca me pegara un tiro y me moriría desangrado camino del hospital.

- Jajajaj -rió con soltura. Pero morirías deseado por todas y todos.

- Vaya mierda. Yo que quería pasar discretamente. Ep, por lo menos que me maten antes de los 30. O sino me daré a la bebida y moriré de cirrosis. O mejor; me pegaré un tiro en la cabeza con una escopeta como Hemingway y antes me dejaré su barba de marinero que es muy molonguis. Tendré la cabeza destrozada pero una barba presentable. Luego fabricarán camisetas con mi cara y saldrán supuestos amigos explicando intimidades.

- Cuando mueras saldrán los vecinos a decir: uy si era una persona normal.

- Jjaja. También, también, eso nunca falta.

- Claro que no.

- Y miles de amantes; todo tías, aunque fuera gay. Y una china que queda exótico.

- Da igual tu no le haces ascos a ninguna.

- A piñón; cada día 5. Tengo una trampilla en la habitación y cuando estoy le doy a la palanca y aviso a la ama de llaves para que me traiga la siguiente.

- ¿Soy yo la siguiente? - me acarició el pelo y me besó jugueteando con su lengua en medio de una espiral de excitación y vicio.

Todo se precipitó, sin tiempo para percatarnos de lo que ocurría nos encontramos desnudos en la cocina, morreandonos y magreandonos. Frotaba, con descaro, mi polla erecta con su pubis totalmente depilado aumentando aun más el ardor de los dos. Otras veces le metía un dedo en el coño y al sacarlo le daba a probar sus fluidos que me transmitía en el siguiente beso. El piso olía a sexo. Agarrándome del cimbrel recorrió el trozo que separaba la cocina de cuarto de baño hasta plantarse delante del espejo. Desnuda, de pie, frente al espejo se palpaba los pechos y pasando una mano por su melena me preguntó:

- ¿Te parezco atractiva?

- Espectacular -alcancé a decir.

Era bellísima, no cabía duda. Poseía un cuerpo estilizado y sinuoso donde nada faltaba ni sobraba. Pero mi delirante mente se entrometió y se produjo en Alba una metamorfosis; en su cara confluían tres rostros conocidos. Con insistencia aparecía la cara de Eva, seguida de la pelirroja y relegando a un plano menor la de Alba. Extraordinario, podría follarme a las tres a la vez.

Continuamos besandonos y masturbandonos mutuamente mientras nos dirigíamos, a oscuras, a la habitación. No aguantaba más, me iban a explotar los huevos de tanto esperar a metersela. Encendió las velas aromáticas del suelo y, en cuanto acabó, la lancé directa a la cama. Ella sonrió, conocedora del próximo paso. Me planté encima suyo y me dispuse a penetrarla con calma. Adaptado a un ritmo constante alternaba la visión de las caras con la de mi polla entrando y saliendo de su coño. En medio de mi ritual una voz familiar me interrumpió:

- No esperaba que me follarías de esta forma -exclamo entre gemidos.

- Yo tampoco -dije, seco, deseando que callara para volver a concentrarme.

- He de probar contigo el...

Le tapé la boca con un beso y le clavé las uñas en la espalda hasta que lo único que se escucho en el cuarto fue el crujir, a cada movimiento, de aquella cama destartalada. Coloqué los brazos como si fuera a hacer flexiones y golpeé su interior con rudeza provocando un grito de dolor y placer. Tras un minuto desistí; mi condición física era deplorable, hacía mucho que no follaba con tanta regularidad. Alba se percató y se colocó encima. Me tenía a su merced y sabiendose dominadora volvió con su cháchara:

- En cuanto te vi ya me imaginé que serías así -dijo con gran satisfacción.

- ¿No has dicho lo contrario hace un momento?

- Imposible. Tengo ojo clínico para los tíos.

- Seguro.

- No pienses que soy de las fáciles por hacerlo en la primera cita.

- Si te tranquiliza no lo pensaré -me limité a decir sin mucho entusiasmo.

- Eres un encanto cariño -dijo y me besó el pecho lascivamente.

Aquella cacatúa que estaba más pendiente de hablar que de follar me producía una rabia exagerada.

- ¿Es seguro? -pregunté.

- ¿Como que si es seguro?

- Que si te ha bajado la regla hace poco.

- Hace dos semanas que me bajó, creo que todavía es seguro -dijo, confusa, sin mirarme a los ojos.

- ¿Crees? -pregunté enfurecido por su respuesta.

Sentía repulsión por ella y por mi mismo al verme en aquella situación. ¿Sería una profeta la pelirroja? Sus palabras me trastornaban y se repetían a cada instante que aparecía su cara o la de Eva coronando aquel cuerpo de maniquí.

Alba empezó a gemir como una loca y en ese preciso instante me incorporé de la cama con ella agarrada a mi cuello y la encasté contra la ventana. Unas breves e intensas sacudidas y me desprendí de todo. Me corrí dentro, entre la sorpresa y el horror de ella, y, mi fugaz placer y una fría sensación que recorría mi espinazo adelantandose al vacío posterior. Volví a ver unos ojos alicaidos; siempre esos ojos tristes que se despedían de mi.

- Lo siento -escuché que decía una voz culpable, como el rumor apagado de un eco.

Exhausto me eché en la cama, arropado por las sabanas. No quería palabras, ni ruidos... solamente que sonara la melodía de una cajita de música que me permitiera sumirme en el olvido.

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