
Quedat a les fosques i escolta aquest disc.
Byla - Blya
En efecto, en absoluta consonancia con su retórica fervientemente socialista y defensora a ultranza de los derechos sociales y de la clase trabajadora, el ministro de Trabajo ha anunciado, sin que nadie sepa por qué, que esas 70.000 personas, simplemente por el hecho de tener entre 30 y 45 años, no tendrán derecho a la misérrima ayuda de 436 euros mensuales durante 6 meses.
La cuestión tiene sus bemoles. ¿Podría el ministro explicar qué diferencia la situación de una persona en la que confluyen todos esos requisitos pero que sólo tiene 28 años de una que tenga 32 o de una que tenga 43 años con respecto a una con 47? ¿Qué razón objetiva puede justificar una medida así? ¿Qué maravillosa capacidad se le reconoce a los hombres y mujeres de ese abanico de edad, de los 30 a los 45 años, para que se les excluya de esa ayuda? ¿Tal vez la de haber aprendido a vivir del aire? ¿O es que se supone que sus padres aún deben seguir vivos y, por tanto, pueden volver al hogar para pasar a vivir de las pensiones, por otro lado tan generosas, con las que malviven sus progenitores? ¿Es que porque no tienen cargas familiares por lo que ya no necesitan alimentarse, vestirse, pagar el alquiler o tomarse una cerveza?
Quieras que no, aunque sólo fuera para aparentar que vivimos en una sociedad democrática y las decisiones del gobierno obedecen a alguna causa razonable que, a su vez, debiera ser justificada ante la ciudadanía, el ministro tendría que dar alguna explicación de por qué se ha excluido de la ayuda a esa cohorte etaria. Es lo menos que se puede despachar en una democracia. Tenía que haberse sentado ante los medios de comunicación y explicarles que no se les va a conceder la ayuda a esas personas porque no le da la gana a él; o porque tiene pruebas de que todas esas personas trabajan en el mercado negro y no necesitan la ayuda; o porque sabe de buena tinta que se la van a gastar en vino o en ansiolíticos… Por lo que sea, pero que lo explique y justifique.
Porque, en caso contrario, bien podría parecer que o se ha adoptado por mero capricho o, lo que podría ser aún peor para la imagen de este gobierno “socialista”, que la decisión se toma para ahorrarse los 100 millones de euros que la misma le supondría a las arcas públicas.
Espero que ninguno de vosotros esté pensando tan mal de un gobierno que no cesa de repetir su compromiso con las políticas sociales. Alguna razón profunda tiene que haber para que este gobierno deje desamparado a un colectivo tan vulnerable como es, precisamente, el de personas que no se encuentran trabajando y han agotado su prestación por desempleo, candidatos perfectos a una situación de excluidos sociales en donde es fácil entrar pero de donde resulta muy complicado salir. Sería excesivamente cruel pensar que se pone en riesgo de exclusión social a 70.000 personas simplemente por ahorrarse 100 millones de euros en estos seis meses, ¿verdad?
Máxime sabiendo que, por ejemplo, el rescate de Caja Castilla La Mancha le está costando a las arcas públicas más de 2.000 millones de euros, es decir, el equivalente a prorrogarles la ayuda a estas personas durante 10 años o, lo que es lo mismo, a duplicarles el importe reduciendo la duración de la prestación a 5 años (eso siempre que ninguno llegue a incorporarse al mercado de trabajo, claro está).
Sí, dejad de pensar mal y no tengáis en cuenta las declaraciones del Secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, cuando hace unos días afirmaba que el objetivo de reducir el déficit público al 6% en 2011 es “incondicional” y “no depende de la evolución del cuadro macroeconómico” (por cierto, este pasado fin de semana Sarkozy ha hecho unas declaraciones idénticas a las de Campa así que, una de dos, o Campa se ha vuelto conservador o Sarkozy se ha hecho “rojillo”, pero ambas cosas a la vez no pueden ser). Eso significa que nuestro gobierno está decidido a rebajar el déficit cueste lo que cueste y si ello implica sacrificar a 70.000 desempleados sin prestación a los que se les niega esta mísera ayuda bien empleado estará (disculpad el macabro juego de palabras).
Cuesta seguir con la ironía ante esta muestra de violencia social instrumentada desde el gobierno.
No es ya que un ministro diga una cosa y salga otro al día siguiente y diga la contraria; no es ya que se llamen socialistas y practiquen las mismas políticas con los conservadores; no es que dancen al compás del capricho de los mercados financieros olvidando cuál es la fuente de legitimidad de su poder. No, no es sólo eso; que también. Es la violencia que implica dejar desatendido a quien carece de cualquier atención sabiendo que, en su gran mayoría, acabarán integrando la masa de excluidos sociales de este país. Es la insensibilidad social ante los más desfavorecidos, la prepotencia chulesca ante la parte de la ciudadanía más débil y frente a la que se adoptan medidas que les perjudican más que gravemente sin explicarlas siquiera mientras que se deshacen en explicaciones, excusas y evasivas para evitar un aumento de los impuestos a las personas con más renta de este país y ahí sí que con la mera alusión a la justicia social sobrarían ya todas las explicaciones.
Pero es que, además, con esta medida este gobierno está olvidando dos cosas esenciales.
La primera es que el déficit público no debe ser nunca un objetivo de política económica en sí mismo, sino que es el resultado contable de la utilización de las dos vertientes de la política fiscal: los gastos y los ingresos públicos. Por lo tanto, dejar de gastar 100 millones de euros en una ayuda social que no da siquiera para sobrevivir dignamente a un ciudadano porque hay que recortar el déficit público es olvidar que detrás de esos 100 millones de euros hay 70.000 personas que carecen de cualquier otra fuente de ingresos propia. Ellos y la mejora de su situación deben ser el objetivo a tener en cuenta y no sólo el déficit público.
Y la segunda es que el Estado de bienestar surgió para superar las situaciones de caridad y para convertir la solidaridad en el fundamento que permitiera dar cuerpo a un conjunto creciente de derechos sociales. Sin embargo, con esta medida fuerzan a miles de personas a depender de sus familias cuando debieran estar sosteniéndolas y, en el peor de los casos, a retornar a la caridad y a la humillación de suplicar por la subsistencia.
Si el Estado de bienestar trataba de desmercantilizar la supervivencia del ser humano dotándolo de bienes sociales básicos y de una red de protección contra los riesgos sociales, con esta decisión se obliga a estas personas a lanzarse desesperadas a aceptar cualquier trabajo, ya sea formal o informal, para poder percibir algún ingreso; las arroja a la ley de la selva que, en nuestras sociedades, es la ley del mercado para que en él busquen cómo hacer frente al desamparo en el que los ha abandonado el Estado.
Bonita tarea para un ministerio que se dice de Trabajo de un gobierno que se dice socialista.
La novela refleja el sistema político de Oceanía, altamente jerarquizado y donde El Partido lo controla todo. Producción, mercados, vida civil, moral, ética… absolutamente todo, incluso el pensamiento de todos los ciudadanos.
De hecho, casi toda la población está sujeta a una vigilancia permanente mediante “telepantallas” y micrófonos repartidos por casi toda la geografía y en la práctica totalidad de los hogares. Todos los ciudadamos están vigilados en cuanto a sus actos, palabras, movimientos, e incluso se registra aquello que murmuran en sueños, en previsión de que no tenga un pensamiento “incorrecto” o “peligroso” para la nación, la sociedad, para El Gran Hermano, la personificación de El Partido, aquél que todo lo ve, todo lo oye, y todo lo ordena.
La trama se desarrolla, grosso modo, a través de un personaje: Wiston Smith, un cargo medio dentro de El Partido que, a grandes rasgos, se da cuenta de la falsedad sobre la que se sustenta todo el entramado político y social, e intentará luchar en su contra. No me voy a extender en la trama, intensa de por sí e interesante a cada página, ya que prefiero centrarme en algunos aspectos que más me han llamado la atención de la novela.
El primero de ellos es la completa sumisión de la sociedad, de cómo El Partido ha logrado eregirse en el poder y controlar absolutamente todo. La vida privada sencillamente, ha dejado de existir, “telepantallas” en el trabajo, en la calle, en la propia vivienda, todo, por seguridad, todo por la libertad de los ciudadanos. “LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD”, uno de los dogmas de El Partido, indica que lo que los hace libres, es la esclavitud de la mente, una total sumisión incosciente, una sumisión que no se nota, deja de ser sumisión, es libertad.
Otro de los dogmas es “LA IGNORANCIA ES LA FUERZA”, donde la fanatización del pueblo, acentuada en los estratos más pobres, se hace evidente en su adoración al Gran Hermano que los vigila y los protege. Una intensa ignorancia, cerradez de mente, la falta de preguntas e inquietudes ha convertido a los ciudadanos en máquinas de desconfiar, donde cualquier acto sospechoso es inmediatamente denunciado por los propios ciudadanos, que faltos de criterio toman cualquier cosa que no sea explícitamente buena, como mala para el adorado Gran Hermano, protegiendo aún más si cabe, al propio sistema.
El tercer y último dogma es “LA GUERRA ES LA PAZ”. La sociedad está sumido en un contínuo estado de histeria colectiva, donde la permanente guerra que mantiente Oceanía hace que la ciudadanía se encuentre en un contínuo frenesí de victorias militares exageradas, héroes que nunca han hecho nada heróico y que la mayor parte de las veces ni siquiera existe, contrastando con un contínuo estado de miedo y preocupación que hace que la vigilancia extrema sea hasta reconfortante, lo que incrementa la motivación para adorar al Gran Hermano.
Como vemos, El Partido ha modelado una sociedad totalmente fiel a El Partido, y éste trabaja contínuamente para que todo siga siendo igual. Otra de las cosas que me ha llamado la atención es el profundo esfuerzo manipulador que realiza El Partido. Toda previsión ha de ser alcanzada o superada, todo antiguo enemigo y ahora aliado, debe haber sido un aliado siempre, todas las estadísticas positivas…. Todo un mundo hecho a medida, que sólo se puede conseguir reescribiendo contínuamente el pasado, consiguiendo por lo tanto un gobierno infalible, donde no hay ninguna derrota, ningún error, donde ninguna persona ha sufrido, y si lo ha hecho esa persona ha desaparecido de todo registro de forma que nadie puede probar su mera existencia. “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado” podría ser el cuarto dogma sobre el que se sustenta el Gran Hermano. Se está creando una “memoria única y colectiva” necesaria para crear un pensamiento único.
Como colofón a toda esta filosofía, El Partido utiliza un último elemento unificador: un enemigo común. El personaje de Goldstein personifica todo lo malo: traición al Gran Hermano, alianzas con el enemigo… , y se le acusa de los más horrendos crímenes, reales o no, que se hayan podido cometer. El personaje es demonizado, hasta tal punto que se han instaurado los Dos Minutos de Odio y la Semana del Odio, donde los ciudadanos se desahogaban contra Goldstein, siendo imposible no sentirse arrastrado por los insultos y los demás vociferantes que despotrican al lado. Este frenesí unificador cumple una doble función como válvula de escape a las tensiones que la extrema vigilancia pueda generar, pues una sociedad miedosa, con el odio como única vía de expresión, fanatizada y manipulada, es más dócil que una ciudadanía tranquila y segura.
¿Se parece nuestra sociedad a esta sociedad sumisa, que grita contra lo que nos dicen que gritemos, que pensemos que tal cosa está bien o que tal cosa está mal, que nos vigilan y en vez de sentirnos invadidos nos sentimos reconfortados?
Tenemos a una sociedad totalmente sumisa. ¿Totalmente? En un principio están controlados todos los actos, discursos, la ética… pero ¿y el pensamiento? Se puede sugestionar, inducir, prohibir, permitir, incentivar, a tener un tipo de pensamiento, pero ¿controlarlo totalmente? Aquí hace aparición la Policía del Pensamiento, dedicada a eliminar (ya que no se podía controlar directamente) todo pensamiento peligroso para El Partido, haciendo desaparecer a la persona que lo mantuviera.
Incluso existe una “neolengua” guía de la evolución lingüística de la población cada vez más escueta, más concreta, más cerrada, determinante, exacta, y por lo tanto, incapaz de referenciar ciertos conceptos, en concreto, ciertos conceptos incómodos.
Es curioso cuanto menos, que sea el lenguaje que que determine el pensamiento, y así es puesto que el acto de tener un pensamiento necesita de una expresión que lo materialice en sí mismo de alguna manera, aunque ésta sea tan abstracta como una simple expresión. Un mono es capaz de pensar porque puede expresar ese pensamiento (por ejemplo, empleando un sencillo lenguaje de símbolos) , un delfín, un hombre, pero no una vaca, un caballo o un dinosaurio, cuya única expresión es el resultado de una causa-efecto materializado en un estímulo-respuesta.
El mono, por ejemplo, no puede tener pensamientos complejos porque su base de conocimiento es muy débil , no se pueden expresar demasiadas cosas con un abanico de 100 palabras, y por lo tanto, no se puede expresar un pensamiento que hable, de por ejemplo, la “bondad de una acción”, cuando la palabra “bondad” no existe para ti. Por tanto, la existencia de un pensamiento depende de la capacidad de ser expresado, y por tanto, a menor abanico léxico, menor capacidad de pensamiento. En el libro incluso se plantea la posibilidad de que un lenguaje lo suficientemente escueto evite por sí mismo la existencia de pensamientos que no deban producirse.
¿Se parece nuestra sociedad a esta sociedad ignorante, que por su poco léxico en general, es incapaz de pensar más allá de donde se desea que pensemos? ¿Se premia la educación, el esfuerzo, la cultura? ¿O se adora al ignorante confeso y orgulloso (¿?) de su propia incultura?
Esta limitación del pensamiento repercute en la mismísima percepción de la realidad. Esa percepción de la realidad se convierte en la explicación que unifica toda la trama social y política de El Partido, de El Gran Hermano. Todo, absolutamente todo está encaminado a CREAR UNA REALIDAD, la realidad en la que El Partido tiene el poder, siendo ésta la primera y última ambición, su motivo existencial, y ello es conseguido a través de una realidad en la que únicamente Él tiene el poder, y DEBE ser adorado, respetado y obedecido. Esa realidad está presente, o se intenta que esté presente en cada individuo, de forma unificadora y autoritaria, imposible de cambiar, al igual que es imposible cambiar la ley de la gravedad porque pertenece a la realidad, al igual que es imposible decir que 2 + 2 no son 4 porque es un hecho que pertenece a la realidad. ¿ Y si la realidad te dice que 2 + 2 son 5 ? ¿Y si a El Partido, por los motivos que sean, le conviene que 2 + 2 sean 5? Tiene todos los medios para hacerlo: una extrema presión, vigilancia, policia del pensamiento, realidad controlada … todo, para que el individuo se desarrolle en una realidad cómoda, carente de cualquier pensamiento peligroso para El Partido.
Y yo pregunto: ¿Se parece nuestra sociedad a esta sociedad ensimismada en una realidad irreal? ¿Vive en un mundo de felicidad, donde los medios de comunicación nos recuerdan constantemente lo felices que somos con nuestras vacaciones, nuestro fútbol, nuestro rato de cerveza en el bar, nuestras navidades, las fiestas, cumpleaños, etc…?
Ya vivimos en un mundo totalmente lleno de comodidades, en una realidad que difícilmente cambiaríamos, porque es la realidad en la que nos hemos desenvuelto desde pequeños, la realidad es real, por lo tanto, inamovible.
Ya vivimos en un mundo estrechamente vigilado. ¿Cuántas cámaras nos vigilan noche y día? ¿Cuánto se puede saber de cada persona? Casi todo, ya que estamos totalmente expuestos desde que salimos a la calle (1 cámaras por cada 14 habitantes en el Reino Unido) o nos conectamos a internet ( 3 ( ]-[ 3 [_ 0 1/1 )
Ya vivimos en un mundo donde la clase política sabe todo esto y hace todo lo que puede por perpetuarse en el poder, cueste lo que cueste, a expensas de los derechos civiles de los que hoy gozamos, aprovechándose de la ignorancia y fomentándola al invertir cada vez menos en educación; pues un pueblo inculto es un pueblo dócil.
http://guerreroincoherente.lacoctelera.net/post/2010/07/23/feliz-1984#ixzz0vCyQ0CfwYa vivimos en un mundo donde la clase política sabe todo esto y hace todo lo que puede por perpetuarse en el poder, cueste lo que cueste, a expensas de los derechos civiles de los que hoy gozamos, aprovechándose de la ignorancia y fomentándola al invertir cada vez menos en educación; pues un pueblo inculto es un pueblo dócil.