sábado, 3 de diciembre de 2011

L.R.




"Va bien reír", musitó lánguidamente cuando creía estar solo en el dormitorio.Se giró de cara a la pared e intentó dormir. Con el rabillo del ojo controlaba en la oscuridad como me escurría dentro de la habitación y me sentaba en el borde de la cama. Mientras me desvestía le pregunte"¿ Qué decías?". "Nada", fue su lacónica respuesta. Al instante se removió por la cama hasta que sus pies chocaron contra mis piernas y todo volvió a permanecer en silencio. La luz de la cocina del quinto tercera se colaba por la ventana que daba al patio de luces e impedía que pudiera dormir. Algo me inquietaba. La causa no era ni el viaje que me esperaba en unas semanas ni la cita que la cita contigo y David. En esos momentos me producía un disgusto no poder saber que pensaba Javi.¿A que se debía su actitud? Preguntas y más preguntas me acechaban sin darme tregua hasta que decidí abrazarle y preguntarle"¿Qué piensas?" Se dio la vuelta hacia mi y me respondió algo dormido,"odio esa pregunta, no insistas con ella". La luz que se vertía por la ventana iluminaba el despertador que marcaba las 3:21. El vuelo salía en cuatro horas; a las 7:30. Empezaba a notar el cansancio acumulado a lo largo de la jornada y los parpados no resistían mucho rato abiertos pero luchaba para encontrar una fisura en su defensa. "Pues cuéntame que te pasa" le respondí. Él no dijo nada, dándome la espalda aparentaba estar durmiendo. Vencida ya por  el sueño y por él me mantuve en un estado de letargo hasta que mis pies notaron el frío que se acomodaba en la habitación y tuve que levantarme a buscar una manta al armario. Él pareció sentir mi ausencia  ya que recostó su pecho sobre la almohada y con los ojos entreabiertos supervisaba con desgana mis movimientos. De vuelta a la cama me acurruque entre sus acogedores brazos que me atrajeron hacia su suave torso."¿ Vendrás conmigo a ver a Oona y a David?" Le pregunté. Soltó una ruidosa carcajada y con el poco aire que aun retenían sus pulmones me contesto, "Menudo nombre el de tu amiga.¿Dónde lo buscaron sus padres? Le...

- Puedo comprobar que tu nuevo novio es otro típico gracioso de esos que tanto te gustan- le interrumpe Oona algo enojada.

- No le hagas mucho caso, es un creído pero no conoce absolutamente nada de lo que sucede a su alrededor. Sólo le preocupa su bolsillo, de ahí no lo sacarás. Pobre ingenuo- sonríe con malicia y suelta al aire la lisa melena castaña que hasta ahora permanecía recogida por una pinza negra.

- Esa sonrisa oculta tu culpa, confiesa, le dice. A lo lejos en el camino, escoltado por una hilera de álamos se divisa un joven de estatura media que anda deprisa, con las manos en los bolsillos, en dirección a la mesa donde se hayan. A unos pocos metros ya se distingue su flequillo engominado y doblado hacia atrás, su nariz obtusa y un cuerpo abombado debido a una chaqueta algo inflada.

- ¡David!, grita. Se levanta haciendo un gran ruido con la silla y sale disparada hacia él. Cuando llega a su altura le abraza con gran efusividad y le planta un par de besos en sendas mejillas con lo que con agrado él corresponde con otro par de besos. Las personas de alrededor asustadas por el ruido la miran de soslayo con rechazo y desagrado por su actitud escandalosa y siguen comiendo, bebiendo y compitiendo por ver quien alza más la voz. Unas palomas contemplan timoratas las migajas que caen de las mesas a la espera de poder aproximarse a recogerlas. David agarra una de las sillas que reposaban en un rincón y la acerca con cuidado hasta nuestra mesa. Antes de sentarse se aproxima a Oona y le da dos besos sin mucho ímpetu.

- Disculpad el retraso, no encontraba este lugar perdido aquí en medio de la nada. He ido preguntando a todo el que me encontraba y no les sonaba el nombre ni la descripción. La próxima vez escojo yo donde quedamos así no nos tiraremos media hora para llegar al sitio.

- Contempla la abrumadora nada, escucha el silencio que te ofrece su lado más comprensivo, palpa con tus pies las hojas secas recién caídas de los arboles que nos protegen, saborea la cerveza que te servirán en unos minutos...

- ¿De que hablabais?- Pregunta David, eludiendo las palabras que acaba de escuchar.

- De Carlos, mi novio. Le quería contar a Oona la razón por lo cual he sonreído cuando he hablado de él pero a ti no te interesará mucho ¿Verdad David?- Dice con complicidad.

- Creo que ya conozco la causa de tu sonrisa -contesta cáusticamente.- Hablemos de Eva y su novio de hace un mes. ¿Con este cuanto durará?

- ¡ Cuatro meses!- grita riendose.

- ¡Tres meses!- dice un osado vecino de mesa ayudado por el alcohol que poco después, como un gas hilarante, le provocará la risa.

- Yo os diré cuanto durarán. El oráculo de las madrugadas me lo ha revelado; ese que nunca falla. Parece buen chaval, se adapta a su mentalidad. Hay que observar como evolucionan pero este puede durar más; dos meses.- sentencia contundente e inamovible David.

- ¿Se adapta a su matraca?

- Sí, y a su simpleza. Ayer fuimos al cine a ver una película con cierto significado y sorprendentemente ella ha entendido bastante bien el argumento. El novio creo que no se ha enterado de nada; así que ya le va perfecto, contesta él.

Oona con la cabeza ladeada hace rato que ha olvidado la aburrida conversación y ha dejado libre su mente. Un perro de patas cortas y pelo enmarañado juguetea con la correa atada a la mesa hasta que consigue liberarse y empieza a perseguir, landrando incansablemente, a las palomas que ,asustadas, escapan volando.  El cielo rojizo avisa a las farolas que se encienden poco a poco, con pereza por despertar. Sobre uno de los tapetes al lado del azúcar una vela se tambalea trémula dentro de un recipiente rojo que la asfixia. El perro calla.

- Tu siempre mirando a los lados Oona.¿ No nos escuchas?- pregunta David con enojo y cierto grado de grosería.

- ¿Sinceramente? No.-contesta secamente.- Todos acabáis hablando de lo mismo; que si amores, que si trabajo, que si estudios, que si familia... Pensando que vuestra verdad es la única que existe y es infalible. No hay verdad, tan sólo visiones subjetivas de múltiples realidades absurdas.Que grotescas las palabras que se desprenden de vuestras bocas; instrumentos que ya no definen nada.¿ Es que aquí nadie avanza? Me largo!- exclama Oona. Se levanta, recoge su abrigo y remueve en su bolso hasta encontrar el monedero de donde saca una moneda de dos euros que, sin mucho cuidado, deja caer sobre la mesa. Sin preocuparse por despedirse ni por el que dirán marcha serena por el camino recubierto de arenilla y hojas. Alumbrado por la luna plateada, en la lejanía, en lo alto del acantilado se alzan melancólicos, lánguidos y tristes los restos de las torres,que aun conservan alguna que otra almena y los muros, cubiertos por la hiedra, de un castillo que en sus años de esplendor dominaba con aplomo aquel recóndito paraje y que ahora resistía a duras penas los embates del voraz viento. Sus únicas y más fieles guardianes; las gaviotas y las nubes.

Bajo un esplendido arce de robusto tronco y hojas ruborizadas una muchedumbre entregada circunda un canoso poeta que recita los versos que se agolpan en su cabeza. Atraída por su voz firme y evocadora Oona se detiene a escuchar el siguiente poema que todos esperan con ansia."De Miguel Hernández", dice. El poeta bebe el agua que le ofrece una chica, carraspea, mira a los presentes penetrando en sus almas y con arte recita:

Cogedme, cogedme.
Dejadme, dejadme,
fieras, hombres, sombras,
soles,flores,mares.


Cogedme.


Dejadme.

El público rompe en ensordecedores aplausos que envuelven el bosque y crean un ambiente de hermandad entre los presentes, el poeta, el arce, la tierra húmeda... Admirados por  la inefable belleza del poema guardan silencio mientras reflexionan sobre él. Aun con los últimos versos en la cabeza -"Cogedme. Dejadme."- Oona prosigue su recorrido por el camino que lleva al castillo hasta llegar a un desvió sin señalizar donde no hay camino, sólo una suave ladera manchada de verde y poblada de pinos que desemboca en una cala rodeada de acantilados. Cuando la pendiente no es muy pronunciada se estira sobre la hierba y se echa a rodar hasta que toma contacto con la arena y las piedras. La paz del mar en esa caleta contrasta con el estruendo que producen las agitadas olas al impactar contra los escarpados acantilados de la costa. Coge una piedra y la lanza, entre el vapor de agua que flota por toda la playa y refresca el ambiente tornándolo helado, en dirección al mar. Una silueta emerge ante sus ojos en la frontera entre la arena y el agua. Oona se dirige a donde está y se sienta a su lado. Debajo de la capucha puede ver unos ojos esmeralda encajados en lo queda de un ,antaño, hermoso rostro, ahora maltrecho por el tiempo pero sin haber perdido su encanto inicial en sus carnosos labios y sus alzados pómulos. Él se gira:

- ¿Te conozco? - pregunta curioso, sin maldad.

- Pues no -responde Oona.- He llegado no sé muy bien como hasta este rincón y lo último que esperaba era encontrar a alguien más por eso me he acercado hasta ti. ¿ Y tu quien eres?

- ¿Yo? Soy un escritor que no ha escrito nada- ríe al terminar la frase.

- ¿Todo esto que vemos, este recóndito lugar no lo describirá nadie?¿Por qué no lo escribes tú?- propone Oona.

- No dispongo de tiempo- contesta sucinto.

- Inténtalo, no pierdes nada por probar- le anima Oona.

- Te diré algo que nadie conoce y es la razón por la que no puedo describir este bonito paisaje ni escribir sobre ti y fantasear con como sería tu personalidad.- Guarda silencio.- Tengo cáncer terminal, me queda una semana- pronuncia sosegadamente-. Al oírlo todo se para; el mar ya no choca contra los acantilados, la luna no ilumina... Con el dedo indice surca en la arena un par de iniciales "L.R.". La mira con extraña seguridad,"este es mi primer y último escrito", parece querer expresar. Le sonríe y se marcha discretamente por la ladera desapareciendo entre la vegetación como un copo que impacta contra la imponente e inescrutable ventana de una cabaña en mitad de la implacable nevada.

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