martes, 17 de enero de 2012

El polluelo y el león



Soy un vetusto león de rubicunda y lacia melena, que cubre mi recia espalda y viste mi torso, y de garras pulcras y afiladas que olvidaron su función. Aquí me halláis sentado en mi sillón; donde he reposado, debido a unas cataratas y un ligero sobrepeso, durante estos últimos años junto al elegante bastón de haya coronado por la réplica de la cabeza de un galgo, un sobrio cinturón para  controlar la cintura y una pipa de marfil.

Tiempo atrás vino a verme un polluelo, no debía tener más de un mes, animado por los rumores que corrían sobre mi sapiencia con intención de conocer mi opinión sobre un asunto de importante relevancia para él: quería averiguar como escapar de su granja y volar libre por encima de todas las cabezas.

Una mañana lo recibí en mi salón de paredes blancas e impolutas y suelo revestido de baldosas con motivos florares de todos los colores. El pollito cegado por la blancura de los muros no se percató de que se aproximaba demasiado a mi butaca; eludiendo así todas las normas de educación establecidas entre pollos y leones.

- ¡Quieto o te como!- rugí inconscientemente cuando sólo nos separaban unos metros.

El pollo asustado busco refugio en un diminuto boquete abierto en la pared a ras de suelo. Desde allí, ya más seguro y confiado, se dirigió a mi y me pregunto:

- ¿Cómo podría huir de la granja sin ser visto por nadie?

- Mi sabiduría me obliga a advertirte del peligro que corres si abandonas tu confortable casa y a tus benevolentes congéneres. No son propias ni adecuadas estas conductas a tu edad ni a ninguna. Reflexiona sobre lo que pensarán de ti los demás; ese ente supremo que dicta y vigila desde la distancia y que cuando pretendes aferrarlo se esmuñe como un ciervo asustadizo. La sociedad no te ha educado para esto. Tu tienes un futuro, unos objetivos que cumplir.¡Unas obligaciones!

- No me dan miedo las amenazas que acechan en el exterior, ni tampoco la soledad.- me cortó tajante.

- ¡Eso son chiquilladas!¡Fruslerías!¡Vagatelas!- volví a rugir con contundencia.

- Inicie un largo viaje hasta este país para encontrarme con usted y obtener una solución a mi problema y además... ¡Deseo volar!- sentenció clavando su mirada en mi sin amedrentarse.

- Cuanta firmeza en tus palabras.- dije agachándome para contemplarlo mas nítidamente.-En ese caso te revelaré la solución para desaparecer de la granja y simultáneamente conseguir volar.

- ¿Todo a la vez?¿Y si salgó no me comerás?- preguntó atónito y vacilante.

- ¡Valiente bribón!¿ A caso cuestionas las habilidades del león más instruido del reino?- le interpelé aparentando enfado.- No tengo intención de comerte. Soy un viejo león y mis gustos han evolucionado a lo largo de los tiempos, me aventuro a decir que han mejorado. Ya no me conformo con un simple pollo crudo, ahora busco comidas innovadoras y refinadas.- refunfuñé

- No para nada, no pretendía ofenderle. Todo el mundo, aunque no le conozcan, me ha hablado maravillas de usted y sus conocimientos teóricos y prácticos. También me han dicho que es usted una persona honesta y admirable en su comportamiento público y privado(este último punto lo deben intuir). Cosa que no dudo.- contestó el perspicaz pollito.

- Bueno, bueno. Lo único que debes hacer para completar tus propósitos es subirte a la viga ubicada encima de mi cabeza y creer firmemente que puedes volar, sin cuestionarte nada, ni pensar en absoluto. Una vez tengas fe en que puedes volar tan solo planea hasta la siguiente viga. Puedes ver que no hay mucha distancia entre las dos. Con esa sencilla maniobra bastará.

- ¿Sólo eso?- preguntó el pollo envalentonado.

- Sí, sólo eso.¡Ah! Se me olvidaba. Hay una única norma: cuando estés en la viga prohibido mirar hacia abajo. Te lo advierto porque si rompes la norma no logras tus objetivos.

El polluelo animado por mis palabras salió de su refugio y corrió a mis pies. Una vez allí lo agarré con una garra y lo alcé hasta la robusta viga. Inquieto por la altura me preguntó:

- ¿Tardaré mucho en desaparecer?

- Enseguida lo harás.- respondí  retornando al sillón enseñando los perlados dientes con una sonrisa socarrona .

El pollo cogió aire; fijo la mirada en la viga de enfrente; se concentro en su nueva creencia. Transcurrieron unos segundos y saltó sin miedo al vacío. Tras un segundo de ilusión, horrorizado, aleteó desesperadamente en el aire e impulsado por la implacable gravedad cayó en mis fauces y desapareció para siempre.

1 comentario:

  1. Te llevan a su terreno en un acto de conmiseración y resulta que sólo querían verte llorar.

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